(Los Tiempos) “Se ha producido un reagrupamiento”
La caída del Muro de Berlín en 1989, dejó al mundo sin el antagónico ideológico del capitalismo. La categoría “Socialismo Real”, para diferenciarlo de las propuestas teóricas de sus mentores, buscaba liberarlos de los errores humanos que enfrentó su aplicación; la situación puso en situación crítica a los Estados que se asumían como tales, y obligó a ajustes radicales.
Los Estados Comunistas, modalidad que adquirió la propuesta socialista en la construcción de un sistema político, social y gubernamental de Poder, llevaron la consigna de “Proletarios del Mundo, uníos” y “Todo el Poder a los Soviets”, a un modelo que se puso a prueba, con matices, en la URSS, China, Corea, Viet Nam, y la Revolución Cubana, como versión latinoamericana. Esta línea ideológica que se expresó en la lucha armada en cualquier lugar de la tierra que existiera el imperialismo, tenía una diferencia con la Social Democracia que proponía la vía democrática para la toma del poder y la transformación del Estado. Era la línea de los Revisionistas, execrados por el dogma comunista.
El mundo de la vereda de enfrente, se había adelantado a la caída de su oponente con el famoso Consenso de Washington en 1988, que preparó las bases para el denominado Neoliberalismo.
Esta secuencia fotográfica y mezquina, y que fue celebrada con entusiasmo excesivo y desproporcionado, abrió el camino para la aparición de otras modalidades ideológicas que estaban subsumidas en el paraguas grande del comunismo, y que el capitalismo tampoco las reconocía. Las reivindicaciones de género, de territorios, de culturas, de pueblos indígenas, de sociedad civil, de modalidades alternativas de producción y la preocupación por el medio ambiente, canalizaron grandemente muchas de las pulsiones que en el mundo anterior, se sometían al Partido, a través de su estructura.
La sociedad se resintió con la acción de una mano invisible de apetitos insaciables y con la falta de Estado que liberalizó los servicios básicos; esta situación dejó que el mercado los regule, pero sin garantizar que todos tuviesen acceso a él para gozar de sus excedentes, y así poder pagar la tarifa de la salud, la educación y la jubilación. Las marchas en las calles expresaron las molestias.
Frente a esa insensibilidad, se ha producido un reagrupamiento, todavía de contornos difusos, pero que adquiere matices comunes vinculados al fortalecimiento de lo público, al retorno a la planificación, a la inclusión total y definitiva, al ejercicio de la soberanía como práctica política frente a la explotación de los recursos naturales; todo ello, con una militancia virulenta en todo lo que signifique la lucha contra la exclusión, el hambre, el cambio climático, y la acción depredadora de las grandes transnacionales sobre el agua, el oxigeno, la tierra, los minerales y los hidrocarburos.
En esa construcción se inscribe, el Socialismo del Siglo XXI, con sus variantes venezolanas, ecuatorianas, brasileñas, nicaragüense, uruguaya, paraguaya y/o, boliviana. Las prácticas no coinciden necesariamente, ni existe un texto único que lo defina.
Si analizamos sus características básicas, en Bolivia concurren la mayoría de sus componentes y de ahí el interés que algunos sectores internacionales expresan por lo que está ocurriendo.
Estos componentes no se conduelen, tampoco, con el “cómo” se está aplicando; criticas rotundas, verdaderas unas y consecuencias otras, de un cambio cuyo resultado final no tiene ninguna garantía, pero que está en marcha, se matizan con elecciones, referéndum y cambios constitucionales. Un respaldo electoral al oficialismo, sin alternativa inteligente por parte de la oposición, marcan la ruta de los próximos años.
*Carlos Hugo Molina es analista.
1 comentario
La «izquierda» tiende a completar una rotación elíptica hasta encontrarse en un punto de la «derecha».