Carlos debió enfrentar, en el momento histórico de la foto, un grado de virulencia política de las élites, pocas veces vista en Santa Cruz. La agitación, como aquel humo de septiembre, desconcertó y confundió a los que participamos en las diferentes trincheras, impidiendo una lectura despejada de prejuicios. No ha pasado el tiempo suficiente para interpretar los acontecimientos, pero la dinámica de la política, exige lecturas renovadas. Asumo la necesidad de espantar a los espíritus. El de entonces, repite hoy:
«Cualquier persona que quiera ser candidato a la presidencia debe hacerlo a través de la incorporación, presencia y adhesión de los nueve departamentos, porque no se puede pretender gobernar sin Santa Cruz, y menos contra Santa Cruz.” “No hay que pensar únicamente en ganar a Evo Morales en las próximas elecciones, hay que fijarse un objetivo de largo aliento que dé esperanzas al pueblo boliviano para lograr un cambio real.”
88 comentarios
…..lideres invisibles??? solo en la clandestinidad,
….lideres trasnochadas??? solo despues de discutir y beber demasiado,
no se de que esta hablando, francamente.
Ser lider tiene un significado: «El liderazgo implica que haya una persona (líder) que pueda influir y motivar a los demás (seguidores). De ahí que en los estudios sobre liderazgo se haga énfasis en la capacidad de persuasión e influencia. Tradicionalmente, a la suma de estas dos variables se le ha denominado carisma. Sin embargo, los estudios actuales en psicología y sociología han concluído que el carisma no tiene la importancia que históricamente se le había otorgado y que hay otros factores que son más determinantes a la hora de construir el liderazgo.»
Vale la pena reflexionar, incluyendo el tema de la legitimitad de algunos lideres bolivianos, que se autodeterminan lider de tal o cual movimiento social….
Verdaderamente fué Carlos Mesa el último de la clase dominante de siempre que tuvo no sólo la oportunidad sino el capital político para hacer lo que ya hace rato era apremiante en este país: construir verdadera bolivianidad y ciudadanía para todos, incluídos los bolivianos de segunda, la perenne clase (raza?) dominada y violentada de este país. En octubre de 2003, los cívicos de Santa Cruz le habían pedido a Goni mano dura a los 15 muertos, y le habían ofrecido gobernar desde Santa Cruz a los 80. Mesa habló, en cambio, no sólo de no asesinar más, sino de marginados, inclusión y deuda histórica. En política, reconocer algo con palabras es darle rango de verdad. En ese instante, Mesa era al menos tan fuerte como Evo Morales lo es hoy. Y fué también en ese preciso instante que se activó la maquinaria poderosa de la élite cruceña.
Mesa no es ni fue «populista», no es indio, y es (cuando menos) pro-derechista, pero el simple acto político de no acompañar algo atroz e inhumano como lo que estaba ocurriendo en El Alto contra los bolivianos de segunda, tuvo para él dos efectos principales y decisivos en lo posterior:
1) El apoyo de los hastiados y asqueados (y baleados) fue para Mesa: el era de los de siempre, de los bolivianos de primera, pero (a diferencia de muchos de los suyos) reconocía que, al menos en algún grado, lo boliviano tenía que cambiar, ya no era posible seguir como hasta entonces. Esto, en su momento, le dió a Mesa un capital político gigantesco
2) La reacción (en el más estricto y sobrio sentido de la palabra, el de darse sólo por oposición a una acción: la acción fue la exigencia de inclusión de los excluidos) empezó enseguida. El corporativismo de la élite cruceña, el más poderoso del país (no sólo por los recursos a disposición, sino fundamentalmente por su presencia absoluta y trabajo metódico en la región) acosó implacablemente (y con los años y los eventos darían muestras cada vez mayores de su implacabilidad) a Mesa, quien con sus devaneos e indecisiones terminó perdiendo su enorme apoyo inicial
De modo que lo que explica el comportamiento de la élite boliviana (siendo la cruceña la más poderosa, violenta y virulenta, efectivamente) y la base social instrumentalizada que la respalda («clase media estúpida, claro» …gracias, Mafalda) con Mesa (y luego con Evo, a medida que la campaña vino incrementando la polarización) es nuestra simple oposición como clase dominante al otro, al distinto, ya sea por mezquindad, ignorancia, miedo u odio. El pecado de Mesa fué pronunciar las palabras «deuda histórica», «inclusión» y «las élites cruceñas tienen una visión provinciana». La habilidad de los poderosos de Santa Cruz fue convertir esas palabras en «Mesa y el occidente resentido odian a Santa Cruz y a los cambas». La inocencia del camberío de a pie fue(es) creerles
César querido:
Breve y exacto. Gracias.
Como dije anteriormente, Mesa no es santo de mi devoción pero se merece todo mi respeto por el simple hecho de haber ingresado a este blog y haber respondido a los comentarios que se hicieron en alusión a su persona. Es un hecho notable, democrático y republicano que un ex-presidente interactúe tan directamente con los ciudadanos.
Pero ahora bien, se ganó mi respeto pero no mi voto. Es más, considero que simplemente fue un presidente de transición que no supo manejar una situación extremadamente complicada en momentos extremadamente difíciles y tuvo que venir otro presidente transitorio a terminar la tarea. Su mala lectura de la situación y como dije antes, la de la dirigencia cruceña precipitaron su caída.
Considero que tiene todo el derecho del mundo de presentar su candidatura a la presidencia, pero no creo que tenga posibilidades de terciar exitosamente y con esta correcta lectura, debería dar un paso al costado y brindar su apoyo a un candidato que realmente tenga posibilidades. Pero para eso hay tiempo todavía, así que hasta entonces bienvenido a la blogósfera.
Notable provocación Carlos Hugo, uno de los mejores posts que he leído en tiempo, post que pertenece, claro, a todos los que hemos decidido entrar en este baile.
Rescatable el artículo escrito por Jorge Fernández, que rescata Jaime. No hay que olvidar en ningún momento que la sociedad boliviana es una sociedad altamente politizada, ergo, masivamente participativa; el ingrediente de la «inherente naturaleza política» exigida a los líderes nacionales es un dato a tomar en cuenta, tanto para leer la historia nacional como para «protagonizarla».
Pablo, y muchos otros, rescatan también otro ingrediente transversal sobre el perfil que debería tener un contrincante serio al liderazgo del presidente Morales. El ex-presidente Mesa definitivamente hizo escuela en términos de instituir como práctica de la política moderna boliviana la «amenaza de renuncia».
Por otro lado lo expuesto por Daniel, y otros tantos, acusan el grave estado de la «confianza» en la política nuestra de cada día. Dicho valor, nuclear en la relación ciudadanía-gobierno, carece hoy de densidad, es casi una quimera, el peso de dicha contralógica recae directamente en varias gestiónes (incluída la del ex-presidente Mesa, claro).Entonces, de cara a la silla presidencial ¿basta una campaña, en época electoral, para restituir esta confianza? Creo que el asunto es más grave, para este y otros actores políticos, creo que los mismos no alcanzan a verlo en su total magnitud.
Miremos el escenario. Miremos estos comentarios. Tan crítico es el estado de dicha relación que, básicamente, lo que auna al discurso ciudadano de oposición, más que una visión, más que una propuesta nacional, termina consolidándose en una suerte de requiem por un líder, que, dadas las opciones, será el menos damnificado por la historia.
Debo, más que nunca plegarme a los acertados comentarios de Efraín, acertados y honestos y desde mi perspectiva, de alta densidad ciudadana; debo, sobretodo, plegarme a uno en especial en el que Efraín no enfatizó pero yo me veo obligada a hacerlo, por la sintética manera en que describe una gestión, gestión que, a mi juicio, nos sigue cobrando factura.
Muchos líderes consiguen con sus (des)acertadas decisiones abrir alguna caja de pandora cultivada históricamente por nosotros, como país, en su conjunto. El mismo presidente Morales ha podido/querido abrir varias de ellas. En el caso, inaudito, de Carlos Mesa, él ha podido CREAR una caja de Pandora durante su gestión: la de los prefectos y las autonomías.
(Por supuesto que no niego un proceso histórico como el autonómico pero, como afirma Lec «Muchos de quienes se anticiparon a su tiempo tuvieron que esperarlo en alojamientos poco confortables») Y creo que ahí radica el asunto.
Por último, que conste un breve lamento (ojalá movilizador) por la falocracia, definitivamente existente y radicalmente instituida, que gobierna nuestro espacio público (y sus variantes).
Saludos!
Saludos. Apreciable la sindéresis que se ha instalado en este post. Doblemente meritoria, si reconocemos las legítimas pasiones humanas y lo complejo del asunto.
Creo que si bien, el gran favorecido con los aportes es el propio Carlos Diego, el debate ha seguido por meandros motivantes y que han logrado superar la coyuntura. Quiza por eso, el propio Carlos se ha convertido en actor, además de sujeto de análisis.
En esa lógica, es evidente la dificultad de sustraer a la persona interpelada del escenario electoral. Por su propia decisión, vemos a Carlos como candidato, y ahí se recrean las posibilidades frente al otro candidato natural, Juan Evo. Las posibilidades que tiene, o nó, han multiplicado argumentos. Válidos, por cierto para la lista de otros candidatos.
La gestión, como otro eje del análisis se ha expresado en lo que hizo, no hizo y dejó de hacer. Y lo que ha quedado clarísimo para mi, lo que tendría que haber hecho. Se le demanda por qué no logró consolidarse como una posibilidad política cuando la coyuntura le había ofrecido la opción.
En lo personal, me quedan dos aspectos que probablemente necesitarían profundizarse para seguir desbrozando el camino.
Sería una ingenuidad política embarcarnos en un debate de candidatos y de posibilidades electorales si no logramos clarificar previamente, el escenario del futuro del Estado Boliviano. Hay un mar de fondo muy profundo en la Nueva Constitución, que traerá cambios hasta ahora no evaluados. Y que al estar definido el discurso sobre la base de la Constitución (¿alguién tendrá alguna nueva novedad?), consigue dejar de lado de manera forzada, las alternativas posibles. Como están las condiciones, el único actor político posible es el propio Juan Evo. ¿Será eso inexorable?
El segundo tema, tiene que ver con la agresividad de las élites de Santa Cruz contra Carlos Mesa, lo reitero. Por lo menos en este espacio ponderado, quedaría en evidencia que fue producto de un error de cálculo; salvo que se me estén escapando algunas razones, no se han logrado sintetizar los argumentos del relato. La pregunta concreta sería: ¿Por qué se ha considerado a Carlos Mesa como enemigo de Santa Cruz? La reflexión sigue la misma lógica anterior: mientras una colectividad no logre encontrar las razones de su comportamiento, puede seguir siendo objeto de manipulación mediática. En cualquier sentido.
Eberhard:
El liderazgo va mas allá de los manuales y recetarios de lideres, de los cursos de liderazgo o de los libros de auto ayuda.
Un abrazo!
Contra la soberbia, irebelión, dice Flores Magón, el tufillo de “Soy demasiado bueno y honesto para la política”, de Carlos Mesa y su entorno, sembró cierto grado de desprecio hacia ese gobierno, de devolverle la misma moneda, ese sentimiento está en parte del electorado cruceño y sin acordarnos de lo del chip provinciano, lo de las élites cruceñas y su virulencia,fué en mediana medida una respuesta a la provocación altiplánica de inicio de perdida del poder político – económico a manos de Santa Cruz y que La Paz y sus grupos de poder con Mesa, se negaban a reconocer, perocoincido que fué un error de cálculo de la dirigencia cruceña, ya que ahora las logias paceñas están en mejor posición que con Mesa.
El clima contencioso anterior obligó una pausa en mis intervenciones. No obstante, el «clima» no fue la única razón. Todo debate concentra posturas antagónicas y percepciones disímiles. Sin embargo, el objetivo del debate es, de alguna manera, el «consenso».
La idea de Carlos Hugo, de provocar renovadas lecturas del entonces conflictivo escenario político y social de 2005, cedió ante los «efectos» de la actuación de CDMG y derivó, como era de esperar, en el escenario electoral de diciembre próximo y cuestionamientos programáticos, ideológicos, jurídicos, constitucionales y sociales del gobierno nacional.
Los emergentes puntos de «consenso», sin embargo, son más importantes. Y los más, son consensos de fondo. Los de «forma» pueden lograrse con bastante facilidad si las ideas se exponen a favor de una síntesis capaz de responder medianamente a las expectativas de la diversidad de criterios confluyentes.
Saludos.
Parece que este post ha cobrado vida propia y no deja de sorprender la intesidad de las participaciones. Sin embargo me gustaria retomar un poco el post original, en el que Carlos Hugo plantea muy acertadamente que no basta con plantearse en ganar a Evo sin un plan a largo plazo. Creo que este es un punto central para aquellos que proponen su nueva candidatura como CDMG. Me parece que la oposición hasta ahora no ha podido plantearle al país un proyecto de gobierno nacional y se ha enfrascado en gran medida en una oposición sin propuesta. Creo que no debemos olvidar que la politica hoy en Bolivia tiene nuevos actores: «los movimientos sociales» en sus diferentes gamas y otro tipo de agrupaciones ciudadanas y de la sociedad civil en general. Los partidos en su sentido clasico en este escenario han perdido el protagonismo de antes y deben adaptarse al nuevo contexto y a los nuevos actores. He aqui el reto para cualquier candidato, cómo plantear una propuesta que incluya y llegue a estos nuevos actores? Y que no corra el riesgo de ser tipificada como netamente occidental u oriental o citadina o rural? por nombrar algunos de los antagonismos mas relevantes de la sociedad boliviana. Cómo construir este intrumento político en el corto plazo (a diciembre)? y Cómo llegar a las elecciones sin una oposición altamente fragmentada? (que logicamente no quitara votos al MAS sino a la propia oposición en su conjunto?).
En Bolivia mas de una vez se «desanda lo andado» y vivimos siempre entere las esperanza y la decepción. Pienso que seria un error no tratar de plantear un proyecto de gobierno nacional al margen de la nueva Constitución Política, sin que ello signifique que esta sea intocable. Estas preguntas van a los candidatos, en este caso al candidato CDMG.
Y para terminar solo un comentario, que se ha dicho de una u otra forma aqui y es la manera de hacer política de CDMG. Creo que al tratarse de ser un intelectual haciendo política no se ha podido liberar de una suerte de «mezcla de arrogancia e ingenuidad» (por ejemplo al promoter que no habria ningun muerto en su gestión o que se trabajaria con plena transparencia), que quizás ha jugado su papel en sus renuncias. Para entrar en el juego politico parece ser que se requiere de una cierta dosis de «cinismo» y aprender a «tragarse sapos». Se siente hoy CDMG en mejores condiciones para entrar en el juego político?
Y dale con Carlos Mesa.
Que a los medios no les quede más remedio que ir detrás de Manfred Reyes Villa, Alejo Véliz, Jorge Quiroga, René Joaquino o Carlos Mesa, es un cantar de sobra conocido. Y que sean las figuras «que hay» en la arena y sobre los que, a falta de otros, se hagan las cábalas, también. Pero es sólo eso. Cálculos, esperanza, deseo y «qué otra cosita más hay sino eso». Lo triste es tener que reconocer que esos nombres sintetizan, en frío, nuestras esperanzas. Es casi para llorar.
En vez de insistir en «reflotar naufragados», creo que debemos aprovechar el tiempo, este espacio, otros espacios, todos los espacios… no para encontrar un mesías que le gane a EVo Morales, sino para articular un proyecto nacional que nos involucre a todos; que las voces, las opinones y las ideas sean escuchadas y tomadas en cuenta por nuevos actores. Actores capaces de sintetizar criterios, necesidades y aspiraciones en una propuesta cautivadora e incluyente. Sólo así habrá una buena razón para asistir a las urnas en diciembre: no para que gane el oficialismo o la oposición, sino para que por vez primera gane el pueblo. Luego, enfrentaremos gustosos la tarea de convertirnos en una nación.
Saludos.
Sigo en la línea que había planteado con anterioridad. Así, como la comunicación humana es, sin duda, intercambio de mensajes en, al menos, dos direcciones: locutor e interlocultor, el debate tiene como función el lograr una síntesis de la oposición de distintos puntos de vista que guardan dos o más posiciones antagónicas en torno a un tema o problema. El debate, por defecto, se contamina, cierto. Pero la síntesis resuelve esa contaminación. Y buscar una síntesis alrededor de Carlos Mesa suena a realizar un ejercicio sin mayor consecuencia por ausencia de propuesta y pese a la motivación original de Carlos Hugo de encontrar otras lecturas.
Tengo la impresión de que los que aquí participan están muy tentados de explorar otros tópicos. Personalmente lo hallo más constructivo. Apretando el paso en esa dirección, entonces, y a favor de una futura, saludable y posible síntesis en el debate político, programático e ideológico emergente de ciudadanos comunes construyendo conciencia, quizá contribuyamos de mejor manera a la construcción de un nuevo pacto social (y sin conformar partido alguno, sino tomando partido por la patria).
Me permito en la propuesta de redirigir el debate a otros ámbitos mencionar algunos criterios previos, muy a propósito del gobierno nacional, de su extravío y de la dificultad de la tarea.
LOS “IN FRAUDES LEGIM” NACIONALES
1. Desde la fundación de la República hasta Rodriguez Veltzé, el gobierno nacional (más allá de los discursos, ideologías y coyunturas) ha sido propicio para el gobierno mismo (el de turno), un ente separado de los intereses y anhelos de la nación y del pueblo que la constituye. Vale decir: el ente “gobierno” extremando recursos para asegurar su propia supervivencia al amparo de la “constitucionalidad”. Nótese la ausencia del «estado nacional» en la redacción. Y no es omisión.
2. Así identificado y asegurada su existencia en lo constitucional, el “gobierno” ha concentrado los esfuerzos de las organizaciones políticas (y sociales) en él, como fin. Ese fin ha sido, claramente, ejercer gobierno sobre la cosa pública. No gobernar el país para engrandecerlo, sino gobernar a toda costa, perdurar en funciones de gobierno y obtener beneficio de la función de gobierno, a secas. Tal condición, llevó al estado boliviano a convertirse en el mero “alimentador” de su propio aparato estatal, sustentando una “clase dominante y dominadora”; sumiendo al país, en ausencia de grandes propósitos internos, en la pobre función de facilitador económico y geopolítico de intereses foráneos.
3. Lo anterior no es una reflexión gratuita. La clase dominante, organizada en partidocracias y ejerciendo una suerte de “relevos” en el gobierno constitucional, incapaces de generar un proyecto nacional que oriente a la nación a asumir un rol protagónico siquiera a nivel continental, se sumieron , autocomplacientes, en un terreno apropiado: a) apropiado (de apropiar) en el sentido que la arena política se mantuvo impermeable, excluyendo sistemáticamente los intentos de participación del pueblo en los asuntos de estado y b) apropiado (de propicio) en el sentido constitutivo de la estructura administrativa y de poder, anulando cualquier posibilidad de evolución del estado hacia un estado nacional incluyente. Ergo: los representantes han tergiversado sus funciones y su mandato. Le han hecho trampa al ciudadano.
4. Así como el concepto de “nación” incluye a la sociedad y sus finalidades; es decir, el desarrollo de una cultura común y la realización personal de los habitantes dentro de una sociedad (concepto a grandes rasgos), el proyecto nacional incluyente debía haber tomado en cuenta la totalidad de la fuerza y capacidades de la población boliviana para el cumplimiento de los grandes objetivos de estado. Aquello no pasó jamás. Principalmente por falta de visión y comprometimiento de las élites. Es más, se profundizó la distancia entre campo y ciudad tanto como fue posible. La educación tardó en llegar a la población rural. Los idiomas y modos culturales no fueron considerados. La integración ferrocarrilera, vial, pluvial se programó y decidió en función de los beneficios de la clase dominante y no en aras del progreso nacional. Se privilegió el “negocio” de las importaciones en desmedro de una posible “producción nacional” casi tanto como a la extracción minera, la explotación agroforestal y no así la industrialización. Los ejemplos son muchísimos y los efectos son devastadores a lo largo de nuestra historia. También está lo de las guerras: la paupérrima y ultramediocre diplomacia boliviana.
¿Qué implica todo lo anterior? Prebendalismo, partidocracia, corrupción, discriminación. Pasividad e indolencia de la población, de la clase media principalmente, afianzada en la cultura de la “pega” y la “muñeca”; el campo sojuzgado por el “conservacionismo” y los créditos “a fondo perdido”. ¿No fue este, acaso, un estado de cosas debido al egoísmo y oblicua moral en las élites que desde 1825 a Rodriguez Veltzé detentaron el poder en Bolivia? ¿No son acaso éstas élites las mismas que hoy, en aras de la estabilidad política y social (ansiadísima), del empresariado y la “producción nacional” (empresariado de maceta y monoproductor, para no ir más lejos), del estado de derecho (proteccionista), reclaman el restablecimiento de la “democracia”?
5. Gran parte del trabajo no realizado en la profundización de la democracia (para lo que bastaban 18 décadas y pico y no sólo contar desde García Mesa) es la volatilidad con la que se maneja el concepto de democracia. “Democracia”, dijo alguien, es una palabra lo suficientemente vaga y confusa como para que cada uno le de el significado que mejor le parezca y es lo suficientemente prestigiosa como para que lo que se califique de democrático resulte virtuoso y lo que se califique de no democrático resulte pecaminoso.
La verdadera democracia es fatigosa. Exige dedicación y cumplimiento de su idea. No empieza y muere en la elección de un conjunto reducido de personas para que en su representación del conjunto mayor ejerzan las tareas de gobierno (eso es letra muerta). Ansiar el restablecimiento de la democracia no es volver al estado anterior donde “gobierno” sea sólo el sentido de dictar normas capciosas y de ejecutarlas a capricho; o de administrar no el país, sino sólo la cosa pública. La democracia puede comprenderse por sinónimo de poliarquía o, simplemente “democracia representativa”. Pero la representación legal de la mayoría en la pirámide de la administración estatal no basta para designar el estado boliviano como democrático. Y nunca lo fue. Las élites y la clase política tradicional hicieron bien su trabajo. Los intereses foráneos supieron cimentar sus objetivos a través de éstos, se consolidó el intervencionismo y se acató ciegamente cada una de las imposiciones de los organismos internacionales. Nosotros, la población, los ciudadanos, contribuimos a ello con nuestra indolencia, con nuestra alienación y pobreza interior, con el temor a la adjetivización internacional, a la “calificación” que esperamos de otros antes que imponernos en el mundo por nuestra valía como pueblo y nación.
La democracia, por decir algo, empieza en el ciudadano que paga impuestos, que selecciona sus residuos domésticos e industriales, que adquiere conciencia sobre el uso de la energía y los recursos no renovables, que “fiestea” alegremente hasta la hora marcada por su municipio y no más allá y a un volumen aceptable, que circula por las calles respetando las normas de tránsito, que se involucra en las necesidades de su comunidad y que interactúa con sus autoridades. Que acude a las urnas convencido de la viabilidad de una propuesta y no al amparo de una promesa de “pega” o porque el candidato es “encantador” o simplemente, “no es indio”. La democracia se refleja en la altura moral del ciudadano, en su ética y su compromiso. Se potencia cuando se decide comprar un buen libro y no media caja de cerveza.
Al mundo, tal y como luce hoy, contribuimos grandemente. Lo hicimos en el pasado alimentando con la riqueza de nuestro territorio el Renacimiento Europeo. Esa misma riqueza jugó un gran papel en establecimiento de la Era Industrial. Nuestro estaño gravitó en la Segunda Guerra Mundial y posibilitó, a la postre, la hegemonía estadounidense de posguerra. Lo malo de todo ello es que primero se dio por sobre los habitantes originarios y más tarde sólo sucedió a espaldas del pueblo, sin beneficio ni gloria.
Tracé una necesaria frontera en Rodriguez Veltzé, no con la intención de incluir necesariamente al último presidente en la misma bolsa de “talentos” que caracterizó a las élites bolivianas desde 1825 (sin detenernos en las poquísimas excepciones a esa “regla”). Tracé esa frontera para enfatizar un periodo marcado por el espejismo de la democracia no resuelta en aras de la nación, espejismo abatido a fuerza de representantes que habían tergiversado tanto sus funciones y su mandato haciéndole trampa al ciudadano, que el espejismo se rindió irremediablemente a la peor de las formas de gobierno.
OCLOCRACIA: ESA DESCONOCIDA Y EFECTIVA FORMA DE AUTODESTRUCCIÓN
En enero de 2006, Juan Evo Morales Aima y el MAS asumieron constitucional y democráticamente, siguiendo la matemática de las reglas del juego, el gobierno. Más allá de las obvias especulaciones, las confirmaciones, el sálvese quien pueda de los partidos, la debilidad de los líderes políticos… las elecciones se realizaron bajo condiciones democráticas y la trasmisión de mando también. ¿Cual fue la clave, sin embargo, del desplome del aparato político tradicional ante el MAS? La clave radicó en una palabra y una frase: el MAS posicionó en las mentes de millones de bolivianos azotados por la pobreza, la discriminación y el “olvido” sistemático del estado nacional, la palabra “nuestro”. Esa palabra escindió la frágil cohesión de la bolivianidad en lo “nuestro” y lo “otro”. El MAS había generado, a mi juicio, uno de los mejores slogans de campaña posibles, revestido de una postura ideológica por demás cautivadora para su “mercado objetivo”. El MAS supo “segmentar” el mercado. La frase, camuflada en el discurso, le dijo a ese contingente humano que el MAS era “nuestro (su) instrumento político”. En el juego, los números no mienten.
No obstante, ese “nuestro”, ese “su”, abrió una brecha gigantesca entre los bolivianos porque automáticamente se impuso en el resto otro “nuestro” (débil y atomizado entre variados “nuestros” tradicionales) potenciando el “su” de una impensable manera.
Pese a todo y salvando esa pasión bolivianesca por las conspiraciones, los “dice” y las otras múltiples verdades y realidades con las que nos alimentamos, no vimos el peligroso potencial encerrado en ese “nuestro” que había calado tan hondamente en las hasta entonces manipuladas mayorías. Las mayorías cobraron vida, por así decirlo, al son de un “nuestro” que empezó por orillarnos a los demás, y que hoy amenaza con devorarnos solapadamente a todos por igual y hasta el empacho.
Polibio (salvando rápidamente ese vicio en la opinión, común a redactores y lectores, la referencia, el “quien lo dijo” [como si el haberse “dicho” con antelación o si la propiedad de la idea publicada fuese más que el criterio mismo de lo que se expresa –otro mal de sociedad, defecto intelectual, inseguridad de “decir” desde la perspectiva propia, personal y general], diré que las referencias validadoras que tanto gustan descansan suma sapientia en Aristóteles, Spinoza, Hobbes y Rosseau, apresurando la nómina) señaló oclocracia en su anacyclose al fruto de la acción demagógica que desde la tribuna democrática cede (cobardemente, diría yo) a «la tiranía de las mayorías incultas y uso indebido de la fuerza para obligar a los gobernantes a adoptar políticas, decisiones o regulaciones desafortunadas». Oclocracia significa el establecimiento del peor de los sistemas políticos en el estado, el cualquier estado, en el estado boliviano. Oclocracia es la degeneración de la detentación del poder democrático manchado de ilegalidad y violencias que deviene de la voluntad general de un contrato social eviccioso, confuso, prejuicioso e irracional. Justipreciando el enunciado de Polibio, distingo el peligro de no conceder también a su “tiranía de las mayorías incultas” el favor de la Ley de Rummel (que sostiene que a menor nivel de democracia hay más probabilidades de que los gobernantes asesinen a sus propios ciudadanos). Tiranía de las mayorías, sin embargo, no es oclocracia por sintomatología. Gracias a Spinoza y Hobbes (otra cita), diferenciando “muchedumbre” (oclos) de “pueblo” (demos), la sola muchedumbre es apenas un agente de producción biopolítica presta a ejercer la autoridad propia del populacho corrompido y tumultuoso: el despotismo del tropel de Mackintosh; en tanto, la facultad de legitimar el poder estatal radica en el sujeto colectivo pueblo que es congregación ciudadana. Derivamos entonces a una especial y necesaria distinción: políticos y oclócratas. En el gobierno nacional, en el MAS, en el estado, aún hay políticos. Pocos, pero los hay. En algún lugar reside un atisbo de idealismo socialista a la postre no tan satánico como supusimos por “moda” ideológica y propaganda idiotizante. Los oclócratas, sin embargo, están tambiénLos oclócratas evitan acogerse a la voluntad general del contrato social y vuelcan sus esfuerzos en la degeneración de la democracia buscando legitimidad en los sectores más ignorantes de la sociedad; los oclócratas son también demagogos condicionales, condicionados y condicionantes de una propaganda promotora de discriminaciones, fanatismos y sentimientos nacionalistas exacerbados a través de sistemas de comunicación y de educación a priori. A esa guisa, no hablaremos ya de crisis política sino de pugna ideológica y distinción pragmática. La política, señores, ha muerto. De ese modo, la defensa de la democracia es un imposible por ausencia de ella en el estado. Con mayor precisión deberíamos acogernos a la certeza de la imposibilidad de actuar a favor de una nación boliviana porque al estado le falta el elemento fundamental: ciudadanos demócratas en todo el sentido de la palabra. País somos, todavía. Gente del lugar. Somos masa biopolítica, geografía de cartografía, sociedad escindida con imposibilidad temporal de acogernos a un proyecto incluyente, basado en el derecho de autodeterminación.
Urge un nuevo pacto social. Urge tanto desde la peligrosa perspectiva de acomodarnos finalmente “al cambio” (a la nueva constitución, a las autonomías, a los resultados de las elecciones de diciembre, a la imposibilidad de gravitar en los retos globales del nuevo milenio) como a perseguir sólo un espejismo democrático sin antídoto contra el virus de la oclocracia bullendo en las mayorías ansiosas de justicia social y sin considerar que, como sociedad, nos debemos una gran disculpa por las acciones del pasado, la intolerancia del presente, y la grácil idea de un futuro sin resolver, antes y a tiempo, la deuda con la bolivianidad invisibilizada.
Saludos.
«Carlos Mesa y el cuento del lobo. Álex Bráñez Zurita
Ya estamos demasiado grandes para caer en el cuento del lobo y cansados de cálculos personales para creer en los renunciamientos políticos como actos de sacrificio personal.»
http://www.laprensa.com.bo/noticias/01-05-09/01_05_09_edit2.php