(La Prensa) Julio H. Linares
«Los pollos, la Coca-Cola, los calvos, las desviaciones, junto a la timorata representación de las autoridades municipales, tal vez entendible, pues nos encontramos en tiempos en los que todo lo anterior al “Estado Plurinacional” es malo, apocaron el decimosexto aniversario de la Ley de Participación Popular que se celebró el pasado miércoles 20 de abril. Y a riesgo de ser llamado sedicioso al alabar una norma promulgada por el gobierno de Sánchez de Lozada, me atreví a escribir esta columna en nombre de incontables herejes que se encuentran en las capitales, ciudades intermedias y poblaciones alejadas, que seguramente como yo, constataron con melancolía que ningún medio de comunicación le dedicó al menos un pequeño espacio a la conmemoración de esta ley que, reconociendo todas sus fallas, revolucionó la gestión pública de nuestro país.
Y no hablo de algo abstracto, amable lector, ni de algo que está en el imaginario, como muchas de las reformas que “dice” se están realizando; hoy me refiero a cosas tangibles, a las cosas que cientos de líderes —jóvenes y mujeres incluidas— que surgieron de lo local, conocen y han vivido, líderes que ahora también representan a la ciudadanía en diversos espacios e instituciones estatales.
Cosas en las que cientos de técnicos esparcidos por todo nuestro territorio han trabajado incansablemente, muchos por el bienestar de su pequeño municipio, otros por su ciudad, y los que tuvieron más suerte, desarrollando políticas públicas que optimizaron el municipalismo, gente que aún trabaja por toda Bolivia.
Cosas que conoce el ciudadano común, aquel que encontró una puerta de entrada al Estado en su Alcaldía, y la manera más directa de expresar sus necesidades y reclamos a través de su Alcalde, de su Concejal, de su Oficial Mayor, pues todos sabemos lo difícil que es entrar al Palacio de la Plaza Murillo. Esas cosas emergieron en abril de 1994, democratizando la plata de los bolivianos, pues antes de esta fecha, la inversión municipal sólo significaba el 2% de la nacional y lo poco que era asignado a los municipios era casi completamente dirigido a las tres ciudades más importantes del país, tiempos en que existían menos de 25 municipios en toda la República.
La Participación Popular destinó el 20% de los impuestos a 311 municipios —luego 327— llevando el dinero por todo el país, este proceso fue consolidado con los ingresos del IDH, logrando que en los últimos años, al menos la mitad de la inversión pública nacional se origine desde el nivel municipal con intervención directa de la ciudadanía. Desde 1994, de acuerdo con datos oficiales, los gobiernos municipales construyeron más de 1.100 escuelas y alrededor de 1.300 centros de salud. El proceso local se apuntaló luego atendiendo gratuitamente desde el 2003 más de 500 mil partos con el Seguro Materno Infantil y afiliando desde 2006 como 150 mil personas en el Seguro del Adulto Mayor. Además, no debemos olvidar que gracias al esfuerzo de los funcionarios municipales, casi dos millones de niños reciben su desayuno escolar cada día y que nuestros ancianos reciben su Renta Dignidad mensualmente, con dinero que es financiado en más del 40% por plata municipal.
Se sabe que no todo es una taza de leche y hay cosas irresueltas, como la calidad de muchas de las obras ejecutadas, las limitaciones en las capacidades técnicas, la falta de ejecución de los recursos y los problemas de gobernabilidad. Sin embargo, lo que debe quedar claro es que sería un error iniciar el camino de la Bolivia Autonómica obviando 16 años de labor esforzada de miles de municipalistas. Estas líneas, están dedicadas a todos ellos.
1 comentario
Buen artículo!! No somos pocos, me declaro Hereje.