Martín Sivak (Crítica)
“El sábado y domingo he vuelto a ser Evo Morales”, dice el presidente de Bolivia. No habla del resultado del referéndum que ratificó su mandato sino de una costumbre que recuperó en las horas previas a la elección: manejar velozmente con música de bandas y melodías andinas como fondo. “Así me distraigo y me acuerdo de cómo era la vida antes de llegar aquí”. El aquí es el comedor principal de la residencia de San Jorge, donde el presidente está solo. Descuellan las cortinas bordó, un televisor de pantalla plana, sillones de un rosa gastado y la foto oficial del jefe de Estado, único detalle que da un toque personal a un ambiente impersonal.
Al sentarse a la mesa para cenar, Morales conoce el último dato del referéndum revocatorio: el sí a su continuidad llega al 65% de los votos. Cree que en las horas siguientes superará los dos tercios de los sufragios, una proporción que ninguna encuesta anticipó y que ha provocado sorpresa en el propio gobierno, que empezó la campaña en un pico del conflicto con el oriente del país. El objetivo inicial consistía en mantener el 53,7% de las elecciones generales de 2005. “Superamos nuestra votación por casi 12 puntos, y ha votado más del 83% de los bolivianos”, apunta el presidente, mientras toma un plato de sopa de quinua. Suena uno de sus dos celulares, con novedades desde Pando: es el departamento del Oriente al que el Ejecutivo destinó mayores esfuerzos para revocar al prefecto Leopoldo Fernández. Faltaron menos de dos mil votos. Una victoria hubiese erosionado el bloque de prefectos opositores del Oriente, unidos por el reclamo de autonomía y por el rechazo a Morales y sus políticas.
“Yo he sido siempre de diálogo: no sé por qué tanta sorpresa por mi discurso”, dice sobre sus palabras desde los balcones del Palacio Quemado, cuando convocó a la unidad nacional, felicitó a las prefectos ratificados y planteó una agenda que armonizaría la Constitución Política del Estado (votada por la mayoría oficialista y desconocida por la oposición) con las autonomías departamentales (el reclamo del Oriente). El Presidente concede que ese entendimiento no será nada fácil con el Oriente. “Pero haremos todo lo posible para llegar a eso: mi deber como presidente es agotar las posibilidades”. Sabe que un fracaso en ese diálogo implicaría el reinicio de un nuevo ciclo de conflictos con derivaciones insospechadas.
En el oriente del país, donde los prefectos adversarios ganaron con holgura, Morales ha crecido en todos los departamentos. En Santa Cruz, por ejemplo, ganó en las zonas rurales y suburbanas de migración interna y perdió por una gran diferencia en las zonas urbanas. Esa tendencia de gran apoyo en el campo y menos en las ciudades se repitió en casi todos los nueve departamentos.
El gobierno sigue creyendo que en Santa Cruz es decisivo encontrar el liderazgo local de un cruceño o cruceña que pueda instalar la agenda del gobierno nacional e incorporar nuevos sectores. Morales no vio entero por televisión el discurso de Rubén Costas, el prefecto ratificado de Santa Cruz. Se sorprendió cuando después leyó en la transcripción que había acusado a su gobierno de ser una dictadura, de practicar el terrorismo de Estado y de vivir preso del fundamentalismo aymara.
Durante la noche de la elección también quedó en evidencia la dureza con el gobierno de la mayoría de los medios de comunicación donde despuntó Unitel, propiedad de una de las familias terratenientes más favorecidas del Oriente. “Los resultados muestran que los bolivianos les creen cada vez menos a los medios de comunicación privados: me atacan sistemáticamente, pero no han podido impedir que ganemos. El 90% de los medios está en mi contra, pero dos tercios del país apoya este proceso de cambio”.
Mientras prueba la trucha criolla del lago Titicaca, cuenta que Fidel Castro le mandó un mensaje de felicitación: le dijo que su victoria había sido “colosal”. Durante la cena recibe llamados cada tres minutos. Uno de ellos para terminar de definir las actividades del martes: a las 5 de la mañana tiene su primera reunión con el equipo de “Evo cumple”, después conversará con una delegación del gobierno de Estados Unidos sobre cuestiones vinculadas con el narcotráfico y seguirá con un encuentro con miembros de la Organización de Estados Americanos.
Prefiere de postre un helado a la chirimoya –fruta parecida a la palta por fuera y a la pera por dentro– que le ofrece un mozo vestido con camisa mao negra. Se sirve el último vaso de jugo de mocochinchi.
Morales todavía se conmociona al recordar la caída del helicóptero ruso –piloteado por un equipo de cuatro venezolanos y un boliviano– que lo trasladaba a diario por toda Bolivia. Recuerda cada uno de los viajes con esos pilotos por geografías y climas más difíciles que las del día de la caída. Cree que pudo haber sido un atentado. “Pero no dejaré de subirme a los helicópteros y volar a los poblados porque es la única manera que sé gobernar”.
En la semana previa al referéndum, el presidente no pudo asistir a actos en Sucre por el Día de la Independencia ni a Tarija, donde debía encontrarse con Cristina Fernández de Kirchner y Hugo Chávez, por los bloqueos a aeropuertos que hicieron grupos de oposición. Después del referéndum, ciertas voces radicales del Oriente intentaron instalar la idea de que el presidente había sido revocado en Santa Cruz (perdió por un 60% contra el 40%) y que en esas tierras ya no ejercía la presidencia. “Yo seguiré viajando al Oriente porque soy el presidente de todos los bolivianos”, asegura a las 10.30 de la noche, cuando ya tiene dos ministros esperándolo en una sala contigua. Al despedirse dice que quiere manejar su camioneta por una zona inhóspita de Tarija que conoce bien. “Pura tierra y piedras”.
Victorioso entre los enemigos
El avance de los cómputos oficiales del recuento de los votos en el referéndum revocatorio del 10 de agosto dio ayer una gran sorpresa. Fue en el departamento amazónico y oriental de Pando, que junto a Santa Cruz, Beni y Tarija lideran la demanda autonomista de la región de la llamada “media luna” contra La Paz. Con el 97% de los votos computados, el Sí a la continuidad del presidente Evo Morales se impuso en Pando con el 52,70% sobre el No. El prefecto de Pando, Leopoldo Fernández, fue ratificado en su cargo con casi el 56% de los sufragios, pero el triunfo del presidente en el ámbito departamental sin duda socavará la capacidad de negociación de éste, además de que implicará un quiebre en el bastión opositor de las regiones autonomistas. Al mismo tiempo, el revocado prefecto de Cochabamba, el ex militar Manfred Reyes Villa, ex guardaespaldas del dictador Luis García Meza, renunció ayer por sorpresa a su cargo, luego de anunciar que no reconocería los resultados en su contra. Reyes Villa había advertido que pelearía su continuidad ante la Justicia, después de ser revocado por seis de cada diez cochabambinos. Luego de conocidos los resultados contarios al prefecto, militantes del oficialista Movimiento al Socialismo (MAS) amenazaron con sacarlo por la fuerza del edificio de la prefectura.
1 comentario
Gracias por compartir esta cronica/noticia. Lo unico cierto del Revocatorio es que el proceso autonomico estara en la congeladora por un buen tiempo.
Fueron muchos errores juntos de los autonomistas.
un saludo desde El Alto.