(Los Tiempos) «Carlos Hugo Molina es uno de los bolivianos nacidos en Santa Cruz. Experto en municipalismo y descentralización, es uno de los profesionales más reconocidos en el país. Molina accedió a responder algunas preguntas sobre el impacto del caso Rózsa en Santa Cruz y sus instituciones, algunas de las cuales han sido golpeadas por el coletazo de este proceso.–
¿Qué efectos ha tenido en Santa Cruz el aniquilamiento de la supuesta banda terrorista dirigida por Eduardo Rózsa Flores?
– Efectos contradictorios. Está demasiado presente la palabra “confabulación” en la conducta de ciertos actores locales como en los responsables gubernamentales de la investigación. Ello da pie a especulaciones y actitudes francamente contradictorias, otra vez, de ambos sectores. Algo que parece muy claro a la hora del análisis, es que esto ha servido en Santa Cruz para una rotación radical de la representación en las instituciones sindicadas. Y a nivel nacional, a poner en figurillas a las autoridades nacionales responsables de la investigación que no terminan de unir los cabos sueltos que existen.
–¿Cuál es la opinión más fuerte en Santa Cruz sobre el caso Rózsa? ¿Hubo realmente un plan separatista? ¿Hubo realmente un plan de infiltración para desbaratar al liderazgo cruceño?
–En ambos casos, otra vez, la respuesta tiene matices. El sonsonete de separatistas es repetido contra Santa Cruz hasta en las situaciones más inverosímiles; después de la Guerra del Chaco, por ejemplo, cuando en ese momento el departamento no tenía ningún tipo de vinculación territorial mínimamente razonable. Separatista, ¿para qué?
–¿Es correcto creer y opinar que tras los turbulentos hechos de fines de 2008, en Santa Cruz cobró fuerza la tendencia de defender a la región de la arremetida oficialista de Evo Morales?
– Santa Cruz es la única plaza política que el Gobierno no controla, y hace tres años era el objetivo estratégico. Las marchas y movilizaciones encabezadas por el ahora Senador Surco, de campesinos armados en camino a Santa Cruz con el discurso tan generoso en violencia, era una provocación que puso nerviosos a la población y a los responsables de la seguridad departamental. La consecuencia es parte de la historia conocida y de la constatación de que los sectores radicales cruceños cayeron en el escenario equivocado.
–¿Ha tenido efectos positivos en la región el plan que la dirigencia de Santa Cruz llevó adelante para uniformar el discurso frente al gobierno de Evo Morales y por la autonomía departamental, desde espacios como La Torre?
–Tres años después, los análisis son más fáciles. La autonomía ya estaba discursivamente posesionada y el antagónico, identificado. Ese fue el último momento de la unidad del departamento, con sus autoridades electas, sus líderes cívicos y la institucionalidad tradicional. La gran enseñanza ha sido el pasar de la unidad de discurso y alineamiento, a la cohesión social, es decir, convenir entre distintos.
Por lo que se sabe, la denominada La Torre era un espacio gestionado con características empresariales, no políticas. Podía funcionar, como lo hizo con acareció de la malicia política del adversario, que jugaba con la movilización en las calles, todo el tiempo.
–¿Cuán fuertes eran los grupos de poder de Santa Cruz hasta antes del estallido del caso Rózsa?
–Los conocidos tradicionalmente: autoridades democráticas electas, institucionalidad cívica y empresarial, y los partidos políticos a una distancia prudente, habían funcionado muy bien en todos los casos anteriores y habían puesto en figurillas a todos los gobiernos. Juan Evo Morales cambió las reglas del juego.
–¿Qué ha sido y qué es más importante para los grupos de poder en Santa Cruz? ¿La defensa de la tierra o la defensa de las cooperativas como la CRE, Saguapac y Cotas?
–Son dos escenarios de comportamientos distintos, aunque por los actores que intervienen, es posible que terminen uniéndose en el camino. La tierra tiene naturaleza rural, las cooperativas son esencialmente urbanas. Existen antecedentes de guerras y revoluciones por la tierra, no por las cooperativas y los servicios; no obstante, el carácter movilizadoramente urbano de las cooperativas (donde se encuentra la mayoría de la población), le da una fuerza de negociación importante. El valor está en la suma y equilibrio de ambos, aunque existen señales de que se estaría resquebrajando, también, esa relación.
Es una vieja discusión entre lo rural (agro-productivo empresarial, indígena y campesino), y lo urbano (industrial, banquero, comercio y servicios); ambos pueden generar desde soberanía alimentaria, hasta mercados, insumos, asistencia y capital oportuno. El modelo actual plantea un enfrentamiento, y eso significa, también, un nuevo modo de relacionamiento.»