En nombre de la ciudadanía insurgente, necesitamos que las obras de arte no sean acuchilladas en los aeropuertos, que puedan viajar “tranquilas» y que cualquier equipaje sea tratado con una tecnología más moderna que un punzón, dice nuestra inconmensurable y desbordante Ejti Stih.
Quienes conocemos su talante, hemos escuchado retumbar su sonrisa, su voz contundente y dulce y puedo imaginar la próxima pintura cuaresmal que se habrán ganado estos servidores públicos, entusiastas, descoloridos y amantes del cubismo decimonónico.
«A pesar de que toda mi obra que viajaba a Europa a varias exposiciones, una por una, tenia permiso y certificado de Ministerio de descolonización, despatrialización y cultura, a pesar de que fui personalmente al aeropuerto con el despachante de la aduana, donde un can adiestrado para encontrar droga olió los tres tubos de pinturas, la lucha contra el narcotráfico se vio obligada de romper con cuchillo el material para mi exposición.»