Quien en sus años mozos no se prestó el poema de Benedetti para robarle la sonrisa a una maltoncita de la pre-promo que vivía por la Capilla, La Pompeya, La Santa Cruz o San José Obrero, y garrapateó:
«Compañera/usted sabe que puede contar conmigo/no hasta dos o hasta diez/sino contar conmigo… si alguna vez advierte que la miro a los ojos/y una veta de amor reconoce en los míos…»
La ternura del poema me lo arrancó Santa Cruz de la Sierra, centro de expectativas y prejuicios, que a pesar de ser sistemáticamente atropellada, todos los días, es objeto de deseo y comparte oportunidades. Con calles que parecen de una ciudad abandonada, un guetto incomprensible pues no estamos en guerra…
Hagamos un trato… no nos dejemos ganar por los pretextos, que no nos convenzan con excusas… Barramos nuestra acera, pintemos las fachadas y a las seis y media de la tarde, salgamos a regar los parques y jardines que ya no tienen jardineros pues han sido, insólitamente, despedidos.
Comparto fotos de nuestros pueblos, con sócalos pintados y randas orgullosas de su estirpe mestiza. ¿Qué pasaría si la ciudad, de repente y porque nos da la gana, amanece sembrada de patujús, jazmines y cafetos? Y nos invaden las randas chiquitanas…? ¿Y los grafiteros vuelven murales los muros solitarios? ¿Y en todas las plazas se lee poesía, como en La Calleja? ¿Y Zenón Quirós con sus títeres, CONTRAPUNTO cantando… ¿Y esto se vuelve viral en todos los pueblos de Bolivia, cada cual con sus colores, con sus flores, con sus duendes?
He robado otras fotos de unos pueblos cafeteros de Colombia y de la misma Bogotá, con sus 8 millones de habitantes y su mercado de pulgas… todos pintados, limpios, llenos de flores y de gente… Te convido a que las mirés todas.
Comparto el poema completo. Amalaya funcione…: