La sociedad boliviana es violenta, practica la violencia de manera cotidiana y ritual; física, sicológica, verbal y simbólicamente; dentro y fuera de la casa. Y sin embargo, la sociedad boliviana no se reconoce violenta.
Bolivia es el Estado del sistema interamericano que tiene la mayor cantidad de leyes contra la violencia, y al mismo tiempo, es quien practica la violencia como protesta social, flagelándose con una creatividad absurda y generosa. Las personas:
a) se costuran los labios;
b) se crucifican;
c) se tapian;
d) se entierran;
e) se sacan sangre para escribir sus demandas;
f) practican huelgas de hambre masivas;
g) realizan caminatas y marchas con niños, mujeres y ancianos, para ser escuchados…
(existen fotos en las redes con cada una de estas manifestaciones… no las incluyo por delicadeza, pero ahí están…)
La justicia comunitaria incorpora:
a) la flagelación, el azote,
b) el castigar a los hombres vistiéndolos de polleras,
c) la ritualización de la violencia (el Tinku, «sangre fresca de bolivianos para una buena cosecha», «las muertes del tinku están entre la cultura y las normas»).
La práctica de la violencia es tan normal que un senador del MAS, fresco y orondo, propuso declarar la dinamita como patrimonio cultural inmaterial de Bolivia.
El bloqueo forma parte de todo esto y nos encontramos frente a un escenario complejo que necesita, primero, el reconocimiento de la realidad bajo alternativa que esa violencia colectiva, siga siendo utilizada por todos, por todos…
Frente a la incapacidad, corrupción y ahora, ilegalidad de la justicia, estamos por ingresar a un capítulo inédito: el Tinku violento del MAS contra el MAS. Las calles y los caminos, serán el escenario. ¿A cuál de los 2 MAS, defenderán los instrumentos de la violencia legal?
Mientras se preparan los agresivos laboriosamente, habemos quienes estamos convencidos que Bolivia puede vivir dignamente del turismo, que debemos invitar al mundo que venga a conocernos, que venga a enamorarse de nosotros…
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