Estas cartas entre Manuela Sáenz y Juan Azurduy están en la novela «Manuela, mi amable loca…». La generosidad de los lectores ha hecho que circulen en la redes como parte de la Historia, ya sin citar la fuente y como parte de una oportunidad que esperaba ser descubierta para acercar a dos mujeres extraordinarias… Así se construye el imaginario… y hoy, todos somos Bicentenario, todos somos Juana…
La Señora Doña Manuela Sáenz, vivió en la ciudad de Charcas de diciembre de 1825 hasta finales de julio del año 1826. En ese tiempo, tuvo la oportunidad de escuchar de Doña Juana Azurduy de Padilla… Aproveché un resquicio de la Historia en el que pudieron haber coincidido y siguiendo el estilo epistolar de ambas, escribí la recreación de un encuentro posible, fundamentado en fechas y hechos reales…
Charcas 8 de diciembre 1825
Señora
Cnel. Juana Azurdui de Padilla
Presente.-
Señora Doña Juana:
El Libertador Bolívar me ha comentado la honda emoción que vivió al compartir con el General Sucre, Lanza y el Estado Mayor del Ejército Colombiano, la visita que realizaron para reconocerle sus sacrificios por la libertad y la independencia.
El sentimiento que recogí del Libertador, y el ascenso a Coronel que le ha conferido, el primero que firma en la patria de su nombre, se vieron acompañados de comentarios del valor y la abnegación que identificaron a su persona durante los años más difíciles de la lucha por la independencia. No estuvo ausente la memoria de su esposo, el Coronel Manuel Asencio Padilla, y de los recuerdos que la gente tiene del Caudillo y la Amazona.
Una vida como la suya me produce el mayor de los respetos y mueven mi sentimiento para pedirle pueda recibirme cuando usted disponga, para conversar y expresarle la admiración que me nace por su conducta; debe sentirse orgullosa de ver convertida en realidad la razón de sus sacrificios y recibir los honores que ellos le han ganado.
Téngame, por favor, como su amiga leal.
Manuela Sáenz.
Cullcu, 15 de diciembre de 1825
Señora Manuela Saenz.
El 7 de noviembre, el Libertador y sus generales, convalidaron el rango de Teniente Coronel que me otorgó el General Pueyrredón y el General Belgrano en 1816, y al ascenderme a Coronel, dijo que la patria tenía el honor de contar con el segundo militar de sexo femenino en ese rango. Fue muy efusivo, y no ocultó su entusiasmo cuando se refirió a usted.
Llegar a esta edad con las privaciones que me siguen como sombra, no ha sido fácil; y no puedo ocultarle mi tristeza cuando compruebo como los chapetones contra los que guerreamos en la revolución, hoy forman parte de la compañía de nuestro padre Bolívar. López de Quiroga, a quien mi Asencio le sacó un ojo en combate; Sánchez de Velasco, que fue nuestro prisionero en Tomina; Tardío contra quién yo misma, lanza en mano, combatí en Mesa Verde y la Recoleta, cuando tomamos la ciudad junto al General ciudadano Juan Antonio Alvarez de Arenales. Y por ahí estaban Velasco y Blanco, patriotas de última hora. Le mentiría si no le dijera que me siento triste cuando pregunto y no los veo, por Camargo, Polanco, Guallparrimachi, Serna, Cumbay, Cueto, Zárate y todas las mujeres que a caballo, hacíamos respetar nuestra conciencia de libertad.
No me anima ninguna revancha ni resentimiento, solo la tristeza de no ver a mi gente para compartir este momento, la alegría de conocer a Sucre y Bolívar, y tener el honor de leer lo que me escribe.
La próxima semana estaré por Charcas y me dará usted el gusto de compartir nuestros quereres.
Dios guarde a usted.
Juana.