…no existíamos los humanos sobre la tierra cuando desaparecieron los dinosaurios… cuando se produjeron los glaciares, el enfriamiento, el choque de la fuerza de la naturaleza que separó el agua del barro y levantó los continentes; no había industrias, ni calentamiento global, ni nada de lo que pudiéramos ser responsables o nos hiciera sentir culpables…
Y aunque es verdad que el último tiempo nos volvimos desagradables, comerciantes, soberbios y prepotentes, gracias a nuestra necesidad por la música, inventamos el pentagrama, perfeccionamos el haiku y el soneto, cultivamos el esfuerzo compartido, pintamos El Beso; cuando descubrimos que los ríos no se detienen y por eso nadie se baña con la misma agua, y que hay tantos que de espaldas al sol, solo saben mirar el fondo de la caverna, el pensamiento se convirtió en energía, lo conectamos a la Nube, y enviamos al espacio, ingenuamente, una pareja desnuda con la mano abierta como gesto civilizado y pacífico, y para compartir nuestra ubicación en el infinito, la posición de la Tierra en el sistema solar utilizando números binarios y la representación de un átomo de hidrógeno. ¡Qué osadía tan simpática!
Una parte de nosotros perfeccionó la guerra y decretó que el derrotado se convirtiera en esclavo, mientras la otra, usando los mismos cristales, con una lente averiguaba cómo se amaban luminosas las galaxias y con otra, espiamos la unión del átomo que multiplicaba la célula después del amor que vencía las ausencias…
Con el Dios de todos los credos, la filosofía de las preguntas, la ideología que torpemente impuso leyes para ordenar el ritmo de la vida y de la muerte y volver a la persona, muchedumbre; esa misma ciencia que produjo bombas asesinas, trabajó con ahínco para ofrecerle sosiego a las dolencias… Los humanos que nos entretenemos midiendo el tiempo y construimos puentes para destruir las murallas, que nos embriagamos manipulando los genes y la inteligencia, hoy nos sentimos temerosos de repente, al no saber qué hacer cuando parece ganarnos la incertidumbre artificial de la materia que se divierte con nuestra agitación y nuestro asusto…
¿Y si aceptamos la paradoja que somos humanos, a la vez infinitos e imperfectos, y al mismo tiempo, necesitados unos de otros? ¿Y si intentamos de nuevo, bailando en torno a la fogata, descifrar las claves de la soledad, del miedo, del otro y del recuerdo…?
Quizá por eso, como nunca desde que evolucionó la creación, hoy día te necesito y siento la necesidad de repetirlo. Sobrecogido, igual que vos, espero urgente vencer la oscuridad de este silencio, y que la aurora cuando llegue bulliciosa, nos encuentre repartiendo constantes, rotundos y sin sosiego, los abrazos suficientes.
Y que sea también, en nombre de los que se fueron y de quienes vendrán a enseñarnos la ternura en balbuceos…