Lo descubrí en octubre de 1984 en la Managua de la solidaridad, cuando sin conocer a las personas, terminabas viviendo en su casa por la referenciade un amigo en común, Álvaro Montenegro Ernest, en este caso. La casa de Lucho era lugar de afectos y de retornos, quedaba por el Reparto San Juan, cerca de la iglesia María de los Angeles donde oficiaba el cura Uriel Molina.
La vida me regaló trabajar con él desde el inicio de la Ley de Participación Popular. Junto con Roberto Barbery Anaya conformamos el equipo coordinador y operativo del proceso.
Hoy nos encontramos junto con su compañera de vida, Corina, en la Casa Melchor para ponernos al día con los afectos. Me gratificó con una bolsa de granos de cafe de variedad geisha 4LLAMAS, iniciativa productiva que llevan sus sobrinos, en Cochabamba.
En nombre de todos los que te conocemos, ¡gracias por tu vida, Lucho!