El honor era inmenso… se iniciaba con la llamada telefónica de doña Laida Domínguez, su secretaria personal, que transmitía la invitación para compartir un café conversado, en el que se degustaría una generosa oferta de viandas…
Usted inmortalizó el acto como un reconocimiento a quienes quería ponderar en el mejor de los sentidos. Y lo acompañó de 2 genialidades:
1. El café después de la siesta, ritual del terruño que ahora que lo investigo, representaba el momento para el afecto distendido, creativo y placentero. Don Pedro, usted lo sabía, y lo practicaba.
2. Ponía en valor lo más preciado de la gastronomía del oriente boliviano, que estuvo, está y estará, en la variedad creativa de la sabiduría popular convertida en sabor y cultura y que se degusta por la tarde. Le comentamos que una investigación dirigida por Rubens Barbery y Cecilia Bruno en el marco de las Misiones de Chiquitos, había dejado en evidencia que el horneado en toda sus variedades, era la invención más excelsa de nuestra sazón criolla. Y usted lo convidaba.
Libreta en mano, a la usanza de la escuela periodistas de la que era Maestro, preguntaba, curioso, con la palabra precisa y el giro de picardía que regalaba cuando se sentía en confianza… La foto corresponde al Café de la Siesta del 14 de enero del 2014 en el que nos invitó al CEPAD Bolivia para que le contemos las ocurrencias del Festival de la Orquídea… Ahí estuvimos, agradecidos… Roberto Barbery Anaya, Rubens Barbery Knaudt y Ruddy Cuellar Rivero.
Don Pedro, lo digo agradecido, usted fue un sembrador de este cafetal que hoy queremos que perfume todo Bolivia.