Nació en 1920 y murió en 1983, por lo tanto, no necesito explicar que la dimensión del sentimiento es distinta a la de una comunicación a tiempo real y cuerpo presente.
Sus biógrafos dicen que nunca hizo explícito el vínculo entre sus canciones y el contexto político en el que vivía, a la manera de la Nueva Canción o de la Nueva Trova; aunque sus canciones celebraron desde un sector conservador de Lima hasta cantarle a un guerrillero, como personaje musical que vivió en una parte de la Lima aristocrática, “llegó a ser en algunos momentos, tanto en su música como en sus letras, una de las compositoras más inconformistas del Perú y de América Latina.” Sus posiciones “estaban escondida detrás de una poética sublime, compleja y repleta de metáforas que la hacían susceptible de ser interpretada desde diversos ángulos.” (Raúl Romero) En términos políticos, tuvo cercanía inicial con el gobierno del Gral. Velasco Alvarado aunque se desencantó críticamente.
Sigo sobre mi confesión.
Se trata, primero de una admiración festiva por la forma como cambió la poesía de una Lima que se estaba yendo y que ella tenía guardada en sus pupilas hermosas. A la manera cómo recreó el vals para sacarlo de lo intrascendente y volverlo cercano a los limeños y peruanos, junto a la zamacueca y la marinera…y después universales.
Admiro la forma sensual como planteó la batalla de la piel para entregarse al amor, en una sociedad virreinal y pechoña, además, porque siendo divorciada, tuvo sobre si una resistencia inicial en círculos conservadores:
“Como será tu piel junto a mi piel/se quebrará mi voz cuando se apague/de no poder hablarte en el oído./ Cómo será tu cuerpo al recorrerme/Como será el gemido y cómo el grito/ Al escapar mi vida entre la tuya/como serán mis despertares/cada vez que despierte avergonzada…” (Cardo o Ceniza)
La admiro desde el sentimiento por la reivindicación de los negros a los que respetó como parte de su creación vital, en el ritmo, la narrativa y la inclusión. La Flor de la Canela es una poesía canción para Victoria Ángulo, mujer negra a la que convirtió en mito, y decía que, gracias a Ella, había logrado se le abran las puertas del sentimiento de la gente. La quiero por el orgullo que sentía de ser provinciana, serrana y marcada por la piedra y por el viento, mientras la acompaño cantándole a su padre en “Fina Estampa”, y sintiendo el paso peruano de los caballos en el ritmo de “José Antonio”.
La quiero por la sensibilidad que tuvo en los momentos que le tocó vivir, expresado en El Surco:
“Ah malaya la siembra se echó a perder/Y el agua del arroyo se echó a correr/Al lucero le gusta la claridad/Y al agua del arroyo la libertad
En una hora triste quise cantar/Y dentro de mi canto quise gritar/Y dentro de mi grito quise llorar/Pero tan sólo canto para callar
Ah malaya la hora en que fui a cantar/Ah malaya la hora en que fui a gritar/Si gritando se llora para callar/Y mi vaso sediento no llega al mar./Y así se fue el lucero a su claridad/Y así se fue el arroyo a su libertad.
Tiene una despedida con “Ese Arar en el Mar” que es un canto a la vida:
“Cuando ya se me olvide, habré olvidado/viviré adormecida, liberada/no ansiaré la respuesta/pues no habré preguntado,/no habré de perdonar/ni habré ofendido.
Extrañaré la rumia de mis sueños/y la dulce molienda y la esperanza/ese constante hacer un alguien de algo/ese afán de castillos en el aire/ ese arar en el mar de los ensueños/ese eterno soñar/la adolescencia…”
Quiero explorar la dimensión de su esencia, asumida en la manera que entendía al Perú; cómo ella, blanca, inconforme, criticada y querida hasta la devoción, comprendía su territorio, su gente y su futuro; cómo estaba enamorada de su pueblo en todos sus colores y su geografía. “Bello Durmiente” es una Oda a su patria.
“¡Te amo, Perú!/Y recorriera toda la gama de verdes que te adornan/Y el gris soberbio manto de tu costa/Que al subir por los cerros, en colores se torna.
Me empinaría en tu más alta cumbre/Para estirar mis brazos y abrazarte/Y en esa soledad, pedirte humilde/Que devuelvas mi beso, al yo besarte
Y es un derroche de amor, el suelo mío/Y es que es el hijo del sol, el Perú mío/Es un gigante al que arrullan sus anhelos/Bello durmiente que sueña frente al cielo
Este, su sueño, comparten tres amadas/Desnuda costa, ilusionada/Exuberante, la selva apasionada/Y una tímida sierra enamorada
¡Generoso Perú!¡Bello durmiente!”
Resulta que, en el Censo de octubre de 2017, el Perú, tiene el 60,2 % de la población que se autoidentifica como mestizo; el 25 % como indígena (Quechua, Aimara, Shawi, Ashaninka, Awajun, Shipibo Konibo…); el 5,9 % se autoidentifica como blanco, y el 3,6 % de la población se considera afrodescendiente. En ese Perú es comprensible el afecto compartido hacia Chabuca como parte del imaginario nacional.
Gracias Chabuca por permitirme a través tuyo, entender un poco más al Perú que cantaste.
En este post hay una foto de Matilde Casazola… Willy Claure ha iniciado una campaña para que el Estado boliviano le otorgue el Cóndor de los Andes. Sirva este homenaje de amor a Chabuca Granda como un aporte para empezar a escuchar a Matilde…0