Una afirmación que no debemos olvidar. Martín dice, sobre la forma de resolver conflictos que utiliza el Presidente Morales:
“¿Cómo negocia? Convoca al sacrificio, a deponer actitudes sectarias y a sumarse. Luego muestra su propio desprendimiento. Si ello falla, acusa al interlocutor de cómplice del viejo orden, de militar contra el cambio. Si todo eso falla, empieza a negociar.”
¿Cuando será el momento?
Carlos Hugo.
30 comentarios
Ego, lo que no sabés querido es que yo a vos te tengo bien marcado…
Después de la ambigua aunque no tan difícil de entender amenaza de Carlos Hugo en otro blog, y para placer de los fanáticos del pensamiento único, ésta es la última vez que comento en este espacio. Después de la amenaza de marras, el Agora dejó de ser el «espacio de debate de ideas permanentes» que alguna vez pretendió ser. Respondo sólo porque no me gusta dejar interpelaciones sin contestar. Como decía Sartre a propósito de Heidegger, nada más reaccionario que el silencio cuando a uno le dirigen preguntas. Por nada más, las siguientes respuestas:
1. Primero y antes que nada, sugiero releer la última aclaración a Darmos. Acá nadie, aparte de la fantasiosa cabeza de Darmos, ha planteado que el federalismo se oponga a la democracia. Son problemas de distintos nivel. El federalismo se opone al gobierno central. Y la democracia se opone a la monarquía o aristocracia/oligarquía (dictaduras y totalitarismos de distinta índole incluidos). El federalismo es una forma de distribuir territorialmente el poder y las competencias del Estado. La democracia es un régimen político. El federalismo y la democracia no se pueden oponer en lo absoluto. Son problemas de distinta naturaleza y nivel. Lo que se planteó acá es que Madison contrapone república federal y democracia. Nótese bien: República, REPÚBLICA federal. No federalismo contra democracia. REPÚBLICA federal contra democracia. Estos lapsus se esperan de Darmos, pero no de personas serias. Alemania, Argentina, Brasil, Canada, México… (tal vez a excepción de este último) son Estados federales en las que accidentalmente (esto es, no de forma necesaria) impera una democracia. Pero a fines de 1970, de esa lista tendría que haberse sacado a Argentina, Brasil y México. Para entonces eran Estados federales, pero no democracias. Un Estado puede ser federal con un régimen autoritario. Lo mismo que un Estado puede ser federal siendo democrático o incluso sin siquiera ser una república (por ejemplo, los Emiratos Árabes). En definitiva, y por última vez, nadie ha contrapuesto el federalismo y la democracia. Lo que Madison opone es república, REPÚBLICA federal y democracia. No se puede oponer el federalismo y la democracia porque son problemas de distinto nivel y/o naturaleza. Se oponen «república federal y democracia».
2. La democracia, en cualquiera de sus múltiples versiones, es, nos guste o no, un producto de la civilización occidental. Fuera de Occidente, como diría Weber, se han instalado distintas versiones de democracia, pero aplicando modelos o moldes occidentales. Eso puede gustarnos o no, pero es así. No parece haber una democracia no Occidental. Cuando se contrapone un modelo de democracia a otra (cualesquiera sean), entran en conflicto dos modelos Occidentales. Hasta donde puedo ver, que no es mucho, no parecen haber democracias no occidentales.
3. Me encantaría ser el autor de la clasificación de regímenes políticos o de formas de gobierno, pero eso ya lo había hecho Aristóteles hace 25 siglos. Y desde entonces, el gobierno de una minoría se ha llamado siempre aristocracia u oligarquía. Ergo, cuando Madison propone un república federal en la que gobierne una minoría de ciudadanos, está proponiendo una aristocracia u oligarquía electiva. En ningún caso está proponiendo una democracia. Haciendo uso de la alquimia semántica característica de la civilización burguesa, en el siglo XIX los liberales le pusieron la etiqueta de «democracia representativa» al gobierno de una minoría electa. Y desde hace 25 siglos, el gobierno de las minorías, electas o no, se llama aristocracia u oligarquía. Y las aristocracias u oligarquías, electas o no, son regímenes distintos, radicalmente distintos a las democracias.
4. El derecho constitucional comparado puede plantear lo que quiera sin cambiar el asunto en lo absoluto. Estamos discutiendo un problema de teoría política. No de derecho constitucional comparado.
5. Evidentemente la llamada “democracia ateniense”, con ojos del siglo XXI, dificilmente pasaría como tal en muchas de sus «manifestaciones y propuestas». Lo chistoso es que lo opuesto también es cierto. La llamada «democracia representativa», con ojos de los atenienses, los inventores y creadores de la democracia, difícilmente pasaría como democracia en «la totalidad de sus manifestaciones y propuestas». ¿Con cuál nos quedamos? Yo miro con ojos atenienses. No por nada inventaron ellos la democracia. Y con ojos atenienses y pro democráticos, la «democracia representativa» es una aristocracia u oligarquía electiva. Pero no una democracia (gobierno del demos). O una «democracia etimológica», como la llama Sartori. Siendo más precisos, las «democracias representativas» actuales son lo que Aristóteles y todo el pensamiento político posterior llama «gobierno o regímenes mixtos»: combinan elementos de dos o más regímenes. Las democracias representativas combinan elementos de las aristocracias/oligarquías y de las monarquías/tiranías.
6. Sugiero no confundir problemas de interpretación o análisis político de dinámicas o procesos empíricos con problemas de teoría política. Y acá habíamos planteado un problema de teoría política. Ergo, nada tiene que hacer el antecedente de Andrés Ibáñez o cualquier otro procesos político empírico.
7. El problema de teoría política propuesto es: en la disyuntiva entre los dos polos, a decir de Madison, irreconciliables entre «república federal» y «democracia», ¿en qué lado está cada quien? Yo estoy del lado de la democracia. ¿Y ustedes?
P. D. para Moebius: me haces un honor al «marcarme». No era mi intención quitarte el sueño de semejante forma…
Ego, tengo que decirte que algunos echaremos de menos tus intervenciones por estos lares y podemos aceptar, aunque no compartir o entender, tus razones para dejar de opinar por aqui, y muchos seguro que se mojaron al saberlo, al fin y al cabo a mas de uno se nota que te le apareces en los sueños, los mojados y los ni tan mojados. Pero tengo que declararme un tanto sorprendido, no tanto por lo que decis, por que si algo caracteriza tus intervenciones es la luciez analítica que te caracteriza, si no por la posición que asumis. Leo entre lineas una convicción democrática envidiable y profunda de tu parte, pero confusa en el sentido que al asumirla asumís también la imposibilidad de otra forma de democracia que no sea aquella de la academia liberal burguesa, esa que tiene semilla ateniense. Luego decides someterte a ese mito llamado democracia, con todo y sus consecuencias, decides acrítiticamente no cuestionarlo por que aceptas sus dogmas, su moral, que es la de unos pocos. En este sentido legitimas la institucionalidad democrática y todas sus degeneraciones, como el Estado de Derecho y las leyes que la reducen a una abstracción institucional vaciada de cualquier contenido social y humano. Disculpa si te interpreto mal, y corrigeme si así fuera, pero no puedo concebir un mundo en el que la Democracia tenga necesariamente que rendirse a una visión unilateral del mundo, esa visión mono-cromática vertical(ista), que se niega al diálogo de saberes, por que niega la posibilidad de conocer al otro y que denuncias con mucho acerto el inicio de tu comentario, por eso es más facil y ocioso hablar de «partes», es la implícita negación a escuchar, a dialogar.
Sobre la amenaza velada, pués yo no la entiendo como tal, es simplemente la expresión de ese pensamiento que se pretende único y universal, correspondiente a una moral que se asume superior y que niega cualquier posibilidad de la conviencia pacífica con otras formas de pensar, de vivir, de entender la vida. Por eso el discurso de las «partes» es tán rentable, capitaliza rencores, capitaliza votos, capitaliza violencia contra la «otra parte». Siniestra lógica que legitima la violencia y la agresión.
El ejemplo claro, Sucre. Lo que pasó ahí no tuvo nada que ver con el RACISMO(que me disculpen los Indigenistas), todos eran criollos, mestizos o indígenas, tampoco tenía que ver con la XENOFOBIA(que me disculpe la oposición liberal, la neo y la pos neo), yo no ví a ningun extranjero, todos eran paisanos, todos eran hermanos bolivianos, chuquisaqueños, no habían venezolanos y menos cubanos, y menos tiene que ver con un DESCLASISMO(que me disculpen los Marxistas), dudo que alguien en ese macabro acontecimiento pueda decirse mejor «acomodado» económicamente que cualquier otro. Es simple y grotesca ALIENACIÓN política, producto de la adoctrinación idológica de los medios y que crea miedo a la «otra parte» y lo peor justifica este tipo de acciones, pintandonos algo así como una «comprensible» «Catarcis Colectiva» o un «Nirvana Capitalino». En fin.
Un abrazo!
Nunca hace mal leer a los primeros liberales para saber qué opinión tenían de la democracia. Dejo esta joyita kantiana a disposición de los deliberantes en este post. Prometo, mi querido Efraín, dedicar un post de mi blog a responder a tus estimulantes reflexiones apenas la vida me deje un par de minutos. A un «Ágora» que no es Ágora no voy a aportar. Por mientras, espero que les cunda la lectura no sólo del inflamado discurso anti-democrático de uno de los padres del liberalismo, sino también su tajante distinción entre república y democracia:
«Para que no se confunda (como habitualmente sucede) la constitución republicana con la democrática hay que señalar lo siguiente. Las formas de un Estado (civitas) pueden dividirse distinguiendo las personas que ejercen el poder supremo del Estado o bien la clase de gobierno del pueblo por sus autoridades, sean éstas quienes sean. La primera clasificación se llama propiamente la forma del poder (forma imperii), y de ésta hay sólo tres posibles, a saber, que el poder de mando lo tenga sólo uno, o algunos vinculados entre sí, o todos los que constituyen la sociedad civil (autocracia, aristocracia y democracia, o mando del príncipe, mando de la nobleza y mando del pueblo). La segunda es la forma del gobierno (forma regiminis), que consiste en el modo establecido por la constitución (el acto de la voluntad general por el cual una masa llega a ser un pueblo) en que el
Estado hace uso de su poder plenario; desde este punto de vista es republicano o despótico. El republicanismo es el principio estatal de la separación del poder ejecutivo (del gobierno) respecto del legislativo; el despotismo es el de la ejecución arbitraria por el Estado de las leyes que ha promulgado él mismo, con lo que la voluntad pública es manipulada por el regente al modo de su voluntad privada. De las tres formas del Estado, la democracia en el sentido propio de la palabra es necesariamente un despotismo, porque ella funda un poder ejecutivo en que todos resuelven por sobre y eventualmente también contra uno (que, por tanto, no consiente), con lo que todos deciden, pero no son todos, lo cual constituye una contradicción de la voluntad general consigo misma y con la libertad»
Immanuel Kant, «Para la paz perpetua; un bosquejo filosófico». Múltiples ediciones. Sugiero la siguiente compilación de escritos políticos: http://www.cepchile.cl/dms/archivo_1060_95/rev34_barcelo.pdf