La precariedad de la información, la credibilidad disminuida de la institucionalidad y las consecuencias económicas y políticas que traerán los datos definitivos, merecen reflexión.
1. Las proyecciones del INE no respondieron a su propia elaboración.
2. El crecimiento nacional de la población, que debiera estar respaldado por certificados de nacimiento y defunción, y que llega a 1.1, disminuye del crecimiento intercensal nacional del Censo del 2012, en 0.6.
3. La expectativa generada desde el INE por proyecciones departamentales y municipales, no cumplidas, están causando un asombro molestoso y justificado.
4. Los departamentos que habían trabajado sus proyecciones y los cálculos municipales para el desayuno escolar y los servicios básicos, de repente se están quedando sin población. Casi 1 millón menos en Santa Cruz y 40.000 habitantes menos en Pando.
5. La molestia que se está expresando en las primeras declaraciones sobre los resultados, puede llevar a una situación similar a la que se produjo en Paraguay que frente a las dudas sembradas, dejó en suspenso la aplicación de los datos. Frente a un próximo proceso electoral, las consecuencias son previsible.
6. El INE y el órgano electoral deberán explicar el crecimiento del padrón en proporciones que no corresponden al crecimiento de los datos del Censo.
7. Frente a un escenario complejo y que involucra al Estado, las medidas a adoptarse deben tener esa dimensión.