Los datos comparativos entre Rusia y Ucrania, son abismales. Comparto dos datos militares y dos reflexiones.
El artículo de Yuval Noah Harari, “¿Porque Vladimir Putin ya ha perdido esta guerra?”, es contundente. “…se dirige hacia una derrota histórica… puede ganar todas las batallas, pero, aun así, perder la guerra.” Según Harari, Putin no calculó correctamente la reacción del pueblo ucraniano, que tiene más de mil años de historia, y contando Rusia a su favor el poder militar y económico, no evaluó correctamente la pregunta “¿aceptaría el pueblo ucraniano el régimen títere de Moscú.?” Estamos siendo testigos de una conducta contundente y firme que se está extendiendo por el mundo.
La segunda idea tiene que ver con el alineamiento de las consignas en el ámbito internacional, y que se expresan en apoyar a mis aliados porque la división del mundo, así lo ha definido. En esta oportunidad, Ucrania ha puesto muy difícil el escenario. ¿Apoyar al poderoso? ¿Avalar la violencia? ¿Aceptar la guerra de conquista? ¿Validar el sometimiento del débil, por la fuerza? ¿Justificar la solución militar en razón de conflicto entre las potencias?
En esta invasión, a tiempo real, leemos las críticas mundiales como las del Canciller mexicano Ebrard, “Por historia y tradición, por nuestra formación como nación tenemos que rechazar y condenar enérgicamente la invasión de un país como Ucrania de parte de una potencia como Rusia”, o la del actor francés Gérard Depardieu, cercano al presidente Vladimir Putin, que pidió detener las armas y negociar: «Rusia y Ucrania siempre fueron países hermanos. Estoy en contra de esta guerra fratricida. Digo: ¡detengan las armas y negocien!». Al mismo tiempo que conocemos la posición desvelada de algunos internacionalistas criollos que todavía no entienden lo que está pasando en el mundo.
Y en contraposición a sus tradicionales aliados, Cuba, Venezuela, Rusia y China, Bolivia votó a favor de un “debate urgente” sobre la situación en Ucrania durante el inicio de la sesión del Consejo de Derechos Humanos (DDHH) de las Naciones Unidas (ONU). La petición fue planteada por la delegación ucraniana y la posición boliviana se ajustó al Artículo 10 de la Constitución: “II. Bolivia rechaza toda guerra de agresión como instrumento de solución a los diferendos y conflictos entre estados y se reserva el derecho a la legítima defensa en caso de agresión que comprometa la independencia y la integridad del Estado.”