El reto de construir la agenda colectiva que nos encuentre con el espíritu sosegado el año 2025, es una responsabilidad con nosotros mismos. Y es en estos momentos que se valoran experiencias internacionales como los Pactos de la Moncloa en España, el 25 de noviembre de 1977, o los acuerdos en la década del 90 en Bolivia que permitieron reencausar la vida política a partir de la Corte Nacional Electoral conformada por ciudadanos notables.
Hoy, estamos frente a una agenda que está quedando en evidencia, será imposible resolver solo desde el poder, la oposición o la sociedad civil. Una revisión de algunos temas, lo demuestra.
El miércoles 16 de noviembre debe realizarse el Censo de Población y Vivienda. Esta es una necesidad no negociable para aplicar políticas públicas que respondan a la realidad. La tendencia de crecimiento vegetativo, migratorio y el agregado de ambos en los departamentos, además de la migración campo-ciudad agravada por la pandemia, necesitan ser verificadas.
En este tema, habrá que esperar que no se vuelva subversivo demandar la Ley y el Censo se realice para sincerarnos con la realidad.
En materia educativa, el mundo ha entendido que el objetivo fundamental es el desarrollo de habilidades de los estudiantes para enfrentar la crisis; mientras, en Bolivia estamos con carencia de ítems, falta conectividad y ausencia de capacidades en nuevas tecnologías… Nadie nos esperará ni podremos seguir repitiendo el lamento boliviano por la falta de competitividad y productividad que padecemos.
Estamos, también, frente a un cambio ideológico de proporciones difíciles de imaginar para los practicantes del breviario, sean de la derecha o de la izquierda. Un viejo dicho de los tiempos de la Guerra Fría en Chile decía que cuando llovía en Moscú, los comunistas chilenos sacaban los paraguas. Sin embargo, hoy, Boric, López Obrador o Fernández critican con todas sus letras la invasión rusa a Ucrania mientras algunos bolivianos todavía entusiasmados con el Muro de Berlín, tienen sus paraguas abiertos y las botas de goma puestas, en medio de un solazo. ¿Cómo podrá resolverse esta situación?
En la política cotidiana, todos esperamos que se inicie el análisis y cumplimiento de las 36 recomendaciones del Grupo Interdisciplinario de Expertos Independientes (GIEI-Bolivia), que permita, definitivamente, enfrentar y superar colectivamente la crisis de la sociedad y el Estado más complicada que hemos tenido en democracia. Persecuciones, exilios, apresamientos y acusaciones mutuas demandan que, por fin, el Estado y la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) suscriban el acuerdo para hacer seguimiento a las recomendaciones planteadas por el Grupo Interdisciplinario en el informe sobre los hechos de violencia de 2019.
A esta lista, el problema de una justicia nauseabunda que no se ha dado por advertida de la situación en la que se encuentra y se desempeña como celestina del poder, se suma de manera imperiosa; mientras que la necesidad de medidas concertadas para resolver los problemas de la corrupción, la crisis de salud y de la economía que enfrentamos todos, siguen en lista de espera.
Está claro que el único camino posible es el de la concertación y los acuerdos maduros. El sistema político tiene la posibilidad de hacerlo con la nominación del nuevo Defensor del Pueblo y el de aceptar el Referéndum del 21 de febrero de 2016 con la anulación de la elección indefinida. Empecemos a hacer funcionar los instrumentos de la democracia mientras les recordamos a los parlamentarios y a los partidos políticos, que no podrán seguir haciendo lo que les dé la gana, pues tienen sobre ellos los ojos, celulares, cámaras y micrófonos de una sociedad sedienta de justicia y de libertad.