Jean-Paul Faguet visitó La Paz para presentar la versión en español de su premiado libro Descentralización y democracia popular. Gobernabilidad desde abajo en Bolivia.
Carla Hannover periodista
Jean-Paul Faguet es catedrático de Economía Política del Desarrollo en la Escuela de Ciencias Económicas y Políticas de Londres y autor de varias publicaciones y numerosos artículos académicos. Su libro Descentralización y democracia popular. Gobernabilidad desde abajo en Bolivia en su versión en inglés ganó el premio Political Science Association’s W.J.M. Mackenzie al mejor libro de ciencias políticas del año 2012.
Fue asesor de gobiernos de numerosos países en desarrollo, así como del Banco Mundial, del Banco Interamericano de Desarrollo y de las Naciones Unidas, en temas referidos a gobiernos locales, programas de alivio a la pobreza, descentralización y en diseño de fondos de inversión social. A principios de junio visitó La Paz para presentar junto a la Fundación Friedrich Ebert la versión en español de su investigación sobre la que conversó con Página Siete.
¿Cómo surge la idea de investigar la gobernabilidad desde abajo en Bolivia?
Cuando se dio la Ley de Participación Popular (LPP), en la cooperación nadie entendía qué era. Pero cuando comencé a interiorizarme en el tema, me interesó muchísimo lo que el Gobierno de entonces (1994) estaba haciendo. De esa forma terminé haciendo mi disertación doctoral sobre el tema y pensé que en esos cinco años aclararía problemas, pero siguieron saliendo las preguntas.
En ese sentido, ¿qué aspectos destaca en el proceso de implementación de la Ley de Participación Popular?
La Ley de Participación Popular descentralizó los recursos económicos. También descentralizó la autoridad y le dio más independencia a los municipios. Entonces es una ley que cambia los patrones de inversión del país de sectores importantes como hidrocarburos, transporte, formación de capital humano y servicios primarios. Es un viraje muy fuerte en la inversión pública, no en los grandes municipios sino en los más pequeños.
¿Qué tipo de cambios se percibió con la implementación de la Ley de Participación Popular?
Yo hice una parte de la investigación cualitativa en Charagua. El municipio tenía varias zonas rurales que no estaban siendo atendidas. Con la participación popular se expandieron las fronteras de ese municipio para incluir el Izozog y las áreas rurales que forman parte de Charagua, hoy el municipio más grande de Latinoamérica.
Con la Ley de Participación Popular de pronto los guaraníes se vuelven mayoría y uno ve en ese municipio que comienzan a invertir grandes cantidades en educación, salud, agua y lo hacen en los pueblos más abandonados.
Hoy en día todas las comunidades agrícolas rurales de Charagua tienen energía eléctrica y otros servicios y el manejo va de mano de los guaraníes mismos, de sus estructuras indígenas autóctonas que siempre han estado y esto implica que ellos entran por la puerta grande del municipio y lo toman, y luego con la ley de agrupaciones ciudadanas.
Entonces ¿cómo se manejaban los municipios antes de la Ley de Participación Popular?
Si uno mira los últimos siete años del 87 hasta el 93 de administración centralizada, el Gobierno Central decidía distribuir los recursos increíblemente desigual. Algunos municipios recibían unos montos gigantescos de dinero per cápita, eran pequeños municipios que por algún motivo pasajero eran beneficiados. Un segundo grupo recibía montos considerables y el 40% de todos los municipios del país recibieron cero. Después de la Participación Popular eso desaparece, todos invierten.
¿Por qué se habría dado esto?
El Gobierno tenía políticas de equidad o de necesidad. Creo que era más una distribución política, pues en un momento la mamá de algún político vivía en determinado municipio y el Alcalde hacía un camino ahí. La Ley de Participación Popular impone un criterio mucho más sensible.
Y de seguro aportó en temas de transparencia…
La sencillez misma de la ley hizo que ésta funcionara mejor porque el pueblo en su masa entendía que podía reclamar sus fondos, algo que pude ver.
Durante mis investigaciones, cuando esperaba para entrevistar al Alcalde en Achacachi, llegó una comitiva para exigir cuentas. Le dijeron: «Nosotros tenemos 100 familias en la comunidad.
Calculando el presupuesto que por nosotros ha recibido, ¿dónde esta la escuela que le venimos pidiendo hace años?”. Esa sencillez permitía que la gente reclamara.
¿Cómo ve usted la actual propuesta de buscar las autonomías indígenas?
Es muy interesante, tengo entendido que el Gobierno actual trató de invertir la Ley de Participación Popular para volver a concentrar el poder en el centro. Luego decidieron que no, por un número de motivos que se pueden analizar. Creo que en el fondo vieron que los municipios estaban funcionando bien y que a la gente le gustaba mucho esta medida porque el pueblo veía que la participación popular les había dado resultados.
El Gobierno actual vio que podían transformar esa ley con su ideología. La cambiaron y la han profundizado, creo que tener gobernadores electos es un cambio positivo.
¿Habrá influido esta ley en la conformación más solida de movimientos sociales?
Yo creo que sí. Estoy justamente trabajando en un estudio que mira el papel de la Ley de Participación Popular en el colapso de partidos políticos en Bolivia y el renacimiento de otros.
En Bolivia las poblaciones más pobres y rurales tienen un apoyo social más fuerte de su organización. Muchas cosas se definen por el comité de vigilancia y el comité puede intervenir en los gastos del Concejo Municipal si está en desacuerdo.
Hoy en día vemos al MAS como es, un partido construido desde abajo. Aparece para las elecciones nacionales pero desaparece para las municipales porque hay centenares de políticos locales.
En tal caso, ¿cuál habrá sido el efecto de esta ley?
La ley tiene dos grandes efectos. Profundiza la democracia y hace que el Estado sea mucho más sensible a la necesidad local real. Pero, quizá el efecto más grande puede ser que funcionó como catalizador para una explosión de un sistema político que no representaba a la sociedad sobre la cual estaba posado para permitir surgir otra política muy distinta. Es como un catalizador de una segunda revolución.»