Carlos Hugo Molina: La población vive en ciudades, pero no tiene conciencia urbana ni ambiental
Periódico Digital PIEB • 15-05-2014 ¿Cuántos de ustedes separan la basura en su casa?, se lanza la pregunta a un auditorio repleto de gente, pero no se espera la respuesta porque, dice el expositor, los carros basurero de todos modos volverán a juntar en un solo revoltijo los plásticos, vidrios y elementos orgánicos para lanzarlos al vertedero. Y ésta es una muestra de que en un país cada vez más urbano como Bolivia, se tiene una población sin conciencia urbana ni ambiental.La interrogante fue lanzada por Carlos Hugo Molina para llamar la atención sobre las dificultades de desarrollar la vida en grandes conglomerados urbanos y la importancia de educar esa conciencia ciudadana. El Periódico Digital del PIEB conversó luego sobre este tema con el también diseñador del proceso de la participación popular en el país.
Y es que vivir en ciudades propone nuevos problemas que son susceptibles de ser estudiados para impulsar su intervención en función de mejorar la convivencia urbana y con el medio ambiente. Para Carlos Hugo Molina, los resultados del Censo 2012 obligan a considerar la problemática urbana “porque desconocerla o ignorarla nos puede generar distorsiones desde el punto de vista de las políticas públicas”. El dato remarcado es que el 70% de la población boliviana vive en los tres departamentos del eje central, a lo que se añade que cerca del 75% de los habitantes vive en ciudades.
Este panorama implica una serie de nuevas responsabilidades y retos para las autoridades y para la población, entre los problemas de vivir en las ciudades está por ejemplo el manejo de residuos sólidos que actualmente se resuelve con vertederos de basura sin condiciones mínimas para evitar la contaminación del ambiente, del suelo y de los niveles freáticos; la ausencia de una práctica de uso y acceso a baños públicos, o a baños privados como servicio público, para una población en tránsito en las calles de la ciudad; el desorden en el transporte de pasajeros, agravado por la circulación de vehículos de segundo o tercer uso, con motores desajustados y en vías complicadas; temas de seguridad ciudadana donde el principio de vecindad debiera garantizar respuestas sociales, antes de buscar la presencia física de policías o militares armados.
“Cada una de estas formas y exigencias de convivencia en ciudades requiere de un elemento pedagógico muy grande, que en este momento en Bolivia no lo tenemos porque no estamos hablando del tema urbano en su dimensión real y en su verdadera importancia”, dijo Molina. Es decir que la población carece de una conciencia urbana y una conciencia amigable con el medio ambiente.
En el caso de las ciudades de Bolivia también existe otro factor para tomar en cuenta: su cercanía, vinculación y relación con el campo, un hecho que ha llevado a discutir a los académicos sobre la doble residencia, por ejemplo. “Quiero poner en valor un paradigma distinto al de la confrontación campo-ciudad –dice Molina– porque estoy hablando de condiciones de vida y condiciones culturales, una persona indígena originaria campesina que se traslada a una ciudad no pierde su calidad, cultura, sociológica, antropológica, identitaria. Pero al trasladarse a un lugar distinto, lo que no hace es trasladar su modo de producción, y esto define una forma de vida. No es que el indígena originaria campesino va a dejar de serlo por irse a la ciudad, lo que hay que poner en valor es que el comportamiento en área urbana de las personas es distinto al comportamiento en la vida rural”.
Lo cierto es que la vida en la ciudad exige códigos de comportamiento diferentes a los de la vida rural, como cumplir distintos horarios de trabajo o la dificultad para criar animales de corral en casa. Por eso Molina explica que este crecimiento de las ciudades, que no está divorciado de similar proceso en América Latina, merece un trabajo de planificación urbana que debiera estar acompañada de planes y políticas públicas en el área de servicios, provisión de vías, construcción de casas, creación de un ocio productivo, planificación de áreas de esparcimiento, etcétera. Todo esto al margen de que las ciudades son inmensos centros de consumo que demandan productos de todo tipo.
En América Latina se prevé que en 15 años más la población reunida en grandes conglomerados urbanos alcanzará al 86%, mientras que en Uruguay el 94% de su población ya vive en ciudades. “Esto es un dato de la realidad que debemos tomar en cuenta”, dijo.
Molina ha reflexionado sobre el tema urbano, con énfasis en el análisis de Santa Cruz de la Sierra, en su libro “La base ideológica del desarrollo cruceño. La importancia de esta parte de América del Sur” (El País, 2013).