La Revolución Industrial produjo cambios fundamentales en la vida sobre el planeta. Se reconoce que los cambios en las técnicas de producción agrícola mejoraron la alimentación de la población y produjeron un aumento demográfico, provocando aumento en la demanda de bienes manufacturados, especialmente textiles. La revolución industrial significó el paso de una economía agraria y artesanal a otra marcada por la industria y la producción mecanizada, y de una sociedad tradicional y estamental, a otra, moderna, urbana y de clases.
La población mundial era de 900 millones de habitantes en 1800; en 1900 llegamos a cerca de mil seiscientos millones; fuimos 2500 millones en 1950; en 1960 tres mil millones; a mediados de 1999 superamos los 6.000 millones y hemos alcanzado 8000 millones el 15 de noviembre de 2022. En la actualidad, alrededor del 56 % de la población mundial – 4400 millones de habitantes – vive en ciudades. La población alcanzará los 8500 millones en 2030, 9700 millones en 2050 y 10.400 millones en 2100. El año 2050, 7 de cada 10 personas vivirán en ciudades lo que exige adaptación al cambio climático, adopción de nuevas tecnologías y aplicación del concepto de la ciudad de 15 minutos propuesta por el colombiano Carlos Moreno e iniciado por la alcaldesa de París, Anne Hidalgo durante la pandemia.
Fundada seis mil años atrás, Ur fue uno de los primeros núcleos urbanos de la humanidad. Su legado es el más destacado de la cultura sumeria con una población aproximada de 360.000 habitantes en su época de mayor esplendor durante la III Dinastía alrededor del año 2120 a.c. La población de Roma alcanzó el año 100, 400.000 habitantes, que contrasta hoy, con los 22.5 millones que viven en la zona metropolitana de San Pablo.
En América Latina y el Caribe vivimos 662 millones, equivalentes al 8.2% de la población mundial, siendo la región más urbanizada del mundo en desarrollo con un 80% viviendo en zonas urbanas, y 2/3 de la población en ciudades de más de 20.000 habitantes.
La población urbana demanda luz eléctrica, agua y alcantarillado, calles pavimentadas, establecimientos comerciales, facilidades de comunicación, escuela y universidad, centros de salud y actividades productivas, de comercio y consumo. El crecimiento intensivo de las ciudades genera oportunidades o conflictos sociales cuando la población no recibe los servicios que necesita. Mientras el consumo concentrado de energía aumenta la contaminación del aire, con un notable impacto en la salud humana, se repite que las ventajas de vivir en ciudades incorporan acceso a servicios institucionales, facilidad en transporte y movilidad, opciones para emprender y hacer negocios, oportunidad de desarrollar diversos estilos de vida, interconectividad a nivel global, alternativas de ocio, recreación, entretenimiento y formación, condiciones de las que carecen las denominadas zonas rurales.
En Bolivia, el Censo del año 2012 estableció una población de 10.027.254 habitantes, de los cuales, el 67.03% residía en las áreas urbanas y el 32.07% en las áreas rurales Según las proyecciones del INE, el año 2022 alcanzamos los 12 millones de habitantes, y con las proyecciones de Naciones Unidas a verificarse con el Censo del 2024, estamos con el 70% viviendo en área urbana. En ese escenario, el 2022 Santa Cruz es el departamento más poblado con 3.363.400 habitantes, le sigue La Paz con 3.023.800 y Cochabamba con 2.086.900. El Censo 2012 dejó en evidencia el proceso de urbanización que venía desde hacía más de dos décadas, y planteó la urgencia de atender el fenómeno urbano con investigación, políticas públicas e inversión, cosas que no ocurrieron.
Este es el escenario sobre el que tenemos que trabajar en un Estado y una sociedad, que carecen de consciencia urbana y desconocen la urgencia de cubrir servicios para una vida digna. Bolivia crece desde las ciudades.