Sigamos buscando la Narrativa nacional que nos ayude a enfrentar el futuro con el espíritu más sosegado.
En una reunión con productores de soya hace unos días, les pregunté cuál era la extensión cultivada en Santa Cruz en estos momentos. Un millón doscientas mil hectáreas (1.200.000), me comentaron. Nadie niega la importancia de la producción y el aporte que realiza al país desde el punto de vista del desarrollo.
Yo había estado en Tarija la semana anterior y había realizado la misma pregunta con relación a la uva. ¿Cuál es la superficie cultivada de uva en el valle tarijeño? Tres mil doscientas hectáreas (3.200), me dijeron, de las cuales para la producción de vino se destinan setecientas hectáreas (700), y el resto es para la producción de singani y el consumo de mesa. Con setecientas hectáreas (700), Tarija aporta en favor de Bolivia, una narrativa extraordinaria que está permitiendo posicionar el consumo y la competitividad de nuestros vinos a nivel internacional, las rutas y el turismo tarijeño.
La reflexión se explica sola. Les sugerí a los soyeros que establezcan un convenio que les permita aprovechar la construcción de una Narrativa que incorpore además de excedente económico, que lo tienen, con el excedente simbólico que posee el vino… ¡sería extraordinario!
Te recuerdo que la construcción de una Narrativa exige una data, una información sólida, consistente, verificable. Requiere un componente poético que haga sonar bonita la palabra al oído y agite el sentimiento. Y debe tener un componente de magia, que transforme lo cotidiano en energía disruptiva. Y nos avasalle con su ternura.