El año 2022 tendremos dos fechas emblemáticas para la construcción de la actual democracia. El 9 de abril, los 70 años de la Revolución Nacional, y el 10 de octubre los 40 años del fin de los gobiernos militares y el inicio de esta etapa de consolidación y de pruebas republicanas.
La distancia que toman los acontecimientos nos ayuda a mirar el tiempo en perspectiva al disminuir los detalles y relievar mejor las referencias definitivas de los personajes y lo que realizaron. Por ser acciones humanas, tendremos que aceptar la falibilidad y los errores de que están acompañadas y ponerlas en etapas trascendentes. En Bolivia somos pasionarios y vivimos intensamente la política. Esa característica nos hace distorsionar muchas veces los hechos que vivimos, y por eso resulta tan útil para recuperar la visión equilibrada y trascendente, mirarlas desde la distancia.
Las pasiones que generó la Revolución Nacional y la narrativa de sus acontecimientos, luego de 70 años permite, sin olvidar los detalles, reconocer que el voto universal, la nacionalización de las minas, la reforma agraria, la reforma educativa, la reforma urbana y el descubrimiento del oriente, fueron los acontecimientos que están posicionados con mayor claridad. Como en toda confrontación, hubo vencedores y vencidos, y bajo esa lógica se movieron los tiempos que vinieron después. Junto a las celebraciones del nuevo tiempo, nuevos actores, cambios y reformas, existe una lista de sucesos que, ahora podemos afirmar, fueron de una violencia innecesaria.
Los campos de concentración, el control político, las acciones punitivas de Terebinto, las torturas, apresamientos y destierros, acompañan a la generación de los vencidos y perseguidos. Fue una combinación de enfrentamientos ideológicos, políticos y sociales que acompañaron la construcción del nuevo orden y que, pasado el tiempo prudente, en 1971 se unieron increíblemente el MNR y la Falange para apoyar una insurgencia de militares contra militares de posiciones ideológicas distintas, y que superaron una etapa de confrontación nacida en 1952 para abrir otra.
A los hijos de la revolución, los de sangre y los de circunstancias, hoy nos corresponde seguir una huella abierta desde la Guerra del Chaco, el otro hito fundamental en esta sucesión de acontecimientos, para identificar las tareas que debemos realizar cuando vamos hacia los 200 años de vida republicana. Esta combinación de fechas y circunstancias tienen lecciones y enseñanzas y otra vez, tratando de superar las coyunturas, nos obligan a mirar el mediano y largo plazo para sumar un esfuerzo consistente y comprometido. A diferencia de hace 70 y 40 años, hoy tenemos una ciudadanía mejor formada, más informada y con un conjunto de capacidades de la que nuestros padres y abuelos, carecían. Unida a esa realidad, debemos sumar las condiciones que la realidad nos está imponiendo en torno a una crisis mundial de la economía y de la salud, que nos ha enfrentado con nuestras limitaciones reales.
Al mismo tiempo que muchas tareas se han simplificado, otras adquieren una complejidad que nos hacen perder las perspectivas. Los discursos se resuelven a tiempo real, en el momento que ocurre, cuando se dice y como se dijo, y resulta imposible esconder los acontecimientos por más esfuerzo que se le ponga para distorsionarlos. La Red guarda todo en la Nube, expresión que forman parte de la realidad objetiva y de la prueba de consistencia de nuevas generaciones que primero le preguntan a la computadora si lo que están escuchando es cierto. Y aunque existan dudas sobre el destino de lo leído o escrito, nunca en la historia de la humanidad la población lo ha hecho en la proporción que se produce en este momento.
Somos hijos de varias revoluciones, las políticas, las tecnológicas, las culturales y las económicas, y solo cuando combinemos todas ellas adecuadamente, será posible tener una aproximación más cercana a lo que de verdad ocurre. ¡Y pensar que mi abuelo escribía con copia, guardaba archivos Cóndor, controlaba la hora desde su reloj y llevaba cartas con fotos y postales al correo!