CARLOS TORANZO ROCA
Los hijos y los entenados de la Revolución Nacional
Hace más de un año, en 2020, me llamó Carlos Hugo Molina, me dijo que compartía conmigo una preocupación, el olvido de los pensadores de la Revolución, me lo dijo motivado por un artículo que escribí sobre ese tema; pero, él estaba motivado por temas más generales como la poca atención que le hemos dado en los últimos tiempos a la epopeya del 52, a sus grandezas y debilidades, a las transformaciones logradas por la Revolución, a su influjo en el pensamiento de la segunda mitad del siglo XX y en lo que va de este siglo. Pero, con la alta sensibilidad que él posee, me confesó que el tiempo es duro, es cruel, avanza sin cesar y se puede llevar a muchos testigos del 52, a los hijos y hasta nietos de los revolucionarios de Abril. Me confesó que quería testimonios de muchos de ella; poco a poco, me pasó la lista de los posibles entrevistados, sugerí otros nombres, pero, ante todo, recomendé que haya mujeres, hijas, nietas de los hacedores del 52 y, por otro lado, que esté presente Santa Cruz, pues lo que yo había leído sobre esa Revolución tenía un influjo más marcado por La Paz, Cochabamba, las minas o el occidente del país, pero que no era intensa la mirada a Santa Cruz.
Carlos Hugo amplió la lista, logró el auxilio de otras personas, consiguió el apoyo de su inefable amigo Roberto Barbery Anaya y de Carol Gainsborg; paulatinamente consiguió más cómplices para su aventura, incorporó en las lista de los entrevistados a los “entenados” de la Revolución, a gente golpeada, apresada o exiliada por el proceso revolucionario, incluyó a artistas, músicos, periodistas ligados, de una u otra manera, a lo acontecido en el 52. Hizo un cuestionario muy motivador, lo envió a quienes darían su testimonio, sus preguntas no se centran sólo en los aspectos políticos, en las transformaciones sociales producidas por la Revolución, sino que, más allá de eso, apunta a algo que sólo gente con alta sensibilidad puede mirar, pues se remite a las relaciones interpersonales entre los actores de la revolución, amistades, enemistades, amores y odios, al impacto que tuvo en la vida cotidiana y en el quehacer de los entrevistados el proceso revolucionario, se remite a los efectos e impactos del o de los exilios producidos como resultado del 52 y, claro, se dirige a indagar cómo el 52 los marcó como personas. En su lista hay muchos bolivianos que sufrieron exilio, como los hay ahora durante el llamado “proceso de cambio·
Tras de los más de 50 testimonios logrados por Carlos Hugo Molina hay mucho, pero mucho de la historia de la Revolución de 1952, pero en ese libro hay rasgos que no se explicitan en otros textos históricos, pues en los testimonios fluyen elementos de la vida cotidiana, por ejemplo, se destaca el valor de la mujer y su rol poco explicado en la historia política boliviana; se descubre a actores políticos como seres humanos, capaces de ser padres, hermanos, sujetos dedicados al amor, a la comida, al cuidado de los hijos.
Carlos Hugo Molina es un soñador en serio, es un camba y, a la vez, un colla que trata de mirar la historia del país. Ahora es portador de la necesidad de que mucha gente conozca qué fue la revolución de 1952 y cómo ella influyó en todos nosotros, en la gente de este sufrido país. El libro que ha logrado con los entrevistados es un esfuerzo monumental para recordar y para saber que la Revolución Nacional tuvo un influjo imborrable en la política boliviana, tan es así que el poder en Bolivia requiere tener siempre un olor popular, pues si no es así, no se accede a él, pues tras de cada boliviano, aunque no lo sepa en su fuero interno, hay rasgos de lo nacional popular.
No sé qué editorial publicará el libro, pero sé que está cerca de salir, lo espero con ansias para, de vuelta, pensar y repensar en la epopeya del 52. Sé que en los 70 años de la Revolución Nacional, también la Fundación Konrad Adenauer quiere sacar un libro que expliqué cuál fue y es aún, en el presente, el influjo de la Revolución Nacional en la política y en pensamiento de los bolivianos.
Carlos Toranzo es economista