Dejame que comparta tu historia que hoy se multiplica en todos los pueblos, es bueno que la gente lo sepa. ¡Me parece extraordinaria y veo tu sonrisa orgullosa! Ahora, ¡manos a la obra! Pintemos randas chiquitanas en todo Bolivia.
Las randas chiquitanas
Entre el año 1991 y 1994, trabajaba en Cordecruz, como contraparte del Estado a las intervenciones de restauración y recuperación en las Iglesias y pueblos de Chiquitos, a cargo del arq. Hans Roth.
Una de las cosas que más me llamaron la atención fue la mano de obra calificada que se había formado en los talleres de pintura, cerámica y tallado del Vicariato de Ñuflo de Chaves en Concepción. Jóvenes y no tan jóvenes, la mayoría chiquitanos, quienes habían trabajado en la reconstrucción y restauración de los templos bajo la dirección de Hans, habían sido formados ahí y eran unos verdaderos artistas.
Las pinturas me fascinaban, tanto o más que las esculturas.
¿Por que? No lo sé, cada día encontraba algo en esas pinturas
que movían mi espíritu, y no podía dejar de contemplarlas.
Cuando encontramos pinturas en los techos de los dormitorios
en el Convento en San Javier, me vino una idea a la cabeza.
Entre mi juventud, mis sueños, inexperiencia y pasión (todo eso, menos la juventud, sigue intacto), se me ocurrió que esas hermosas pinturas debían traspasar los templos. UNESCO había reconocido como Patrimonio de la Humanidad a lo pueblos de las Misiones Jesuíticas, no únicamente a los templos, y eso me dio la idea de ¿por qué no pintábamos las fachadas de las casas alrededor de la Plaza en Concepción y San Javier, con los diseños de las randas chiquitanas de los templos?
Hans Roth apoyó mi idea y CORDECRUZ financió la pintura y mano de obra. Bajo la dirección de Hans y con los artesanos del Taller de Concepción, se comenzó a pintar las fachadas de las casas alrededor de la plaza. Nadie se opuso, por el contrario, las personas de las casas más allá de la plaza, exigían que pintáramos las suyas, y así se hizo. Copiábamos los diseños de los Templos y los reproducíamos en las paredes de las casas en los pueblos.
Recibí críticas de estudiosos que no estaban de acuerdo con hacer algo que no era parte de la arquitectura misional. Pero, no me importó. Quizás hoy, hubiera hecho caso, pero en ese momento me parecía maravilloso llevar esas pinturas a la vida cotidiana, primero de los habitantes de esos pueblos y después a la ciudad. No resultaba algo ajeno ni extraño para la gente en Chiquitos, pues los diseños y colores les eran familiares, habían crecido con ellos y creo que por eso es que se apropiaron y volvieron suyos esos diseños en las puertas y paredes de sus casas, en sus vidas. Incluso ya con sus propios medios, pintaban los interiores, los mantuvieron y cuidaron y lo siguen haciendo.
Hoy, casi 30 años después, veo con cierta culpa, orgullo y no sé que más, esas randas o grecas chiquitanas en camisas, almohadones, papelería, vajillas, etc. Lo veo en la identidad de lo cruceño. ¿Lo hice bien? No lo sé. Hans Roth y Alcides Parejas me mostraron el camino para amar lo chiquitano, perseguir mis sueños y concretarlos. Las randas chiquitanas son eso, un sueño, una idea loca que hoy, pertenece a todos.
María Paula Muñoz Franco
Ex museóloga, permanente rebelde y soñadora
La Nación de los Indios Chiquitos. Carlos Hugo Molina. Editorial El País, 2019. Página 149