Circula a nivel internacional un video en el que Paraguay exhibe orgulloso la historia del corredor bioceánico que se está construyendo en su territorio y que, al unirse con el norte argentino, completa la ruta entre el Atlántico y el Pacífico. Los paraguayos ofrecen cosas muy simples, apoyo de políticas públicas, facilidades a las inversiones, precios competitivos y una que parece parte de una parodia: libre tránsito. Sí, el Paraguay ofrece libre tránsito a quien quiera invertir, producir y trasladarse por su territorio.
Cuando escribo estas palabras, en Bolivia hay más de 15 bloqueos en diferentes lugares del territorio, de diversas proporciones, razones y justificativos. Las vías están cortadas protestando por la falta de desayuno escolar y otro, en San Julián, luego de resolverse, los transportistas piden garantías, ya que en los últimos 5 meses solo se han producido 60 bloqueos. El “solo”, por favor, es una ironía que araña nuestra racionalidad.
Mientras tanto, otra noticia ligada a la falta de diésel dice que “desde la pasada semana se reportaron filas por problemas de suministro y el Gobierno señaló que este desabastecimiento se debía a problemas de suministro por parte de Petroperú, a los bloqueos de carreteras y a la guerra en Ucrania.” Recordemos los bloqueos asesinos que, en el periodo más duro de la pandemia, impidieron el tránsito de los camiones cisternas con oxígeno imprescindibles para salvar vidas.
Respetuoso con las demandas sociales legítimas, no descalifico los pedidos y reconozco que, frente a la indolencia, incapacidad o irresponsabilidad de las autoridades, pareciera que a la gente no le queda más que llegar al absurdo de autoflagelarse para ser escuchada.
Sin embargo, ha llegado el momento de concluir con este absurdo. El turismo, el tránsito de productos perecederos, agrícolas, industriales, comerciales, el derecho a trasladarnos, nosotros y el mundo, necesitan un compromiso colectivo de cambiar esta práctica cuyas consecuencias son dolorosamente previsibles. Todas las sociedades están luchando lealmente con sus capacidades para superar una crisis económica y de salud, agudizadas por otra guerra inhumana, y nosotros no podemos darnos el lujo de perder más tiempo, energías y desaprovechar nuestras oportunidades.
En Bolivia no tenemos eventos de la naturaleza que limiten nuestras capacidades.
Tenemos un territorio extenso y rico. Somos poblacionalmente pocos en relación a nuestras necesidades y con potencialidades generosamente mayores. Si todo esto es cierto, ¿dónde está el punto que necesitamos identificar para superar la violencia social y colectiva en la que nos debatimos?
Está llegando la hora de nombrar las cosas por su nombre. Debemos identificar las causas que generan los bloqueos de caminos, de conocimientos de consciencia, y realizar una campaña sin vergüenza ni temor contra la infamia de quienes las sostienen.
Abramos el debate colectivo. La designación del Defensor del Pueblo, la superación de la descomposición del sistema universitario y la modificación de la lacra de la justicia, son decisiones imprescindibles que debemos encontrar colectivamente. ¡Basta!