Hermano Romer Shmuel Yurfest. Te escribo hasta Israel, para que no existan dudas entre los lectores. He revisado lo que la memoria me permite… nuestra niñez en la Santa Cruz de los barriales y ventoleras inmisericordes, asistiendo a la Escuela Obispo Santistevan en la década del 60, el viaje a la nación de tu padre, a los 9 años. Tus retornos intermitentes para estudiar medicina en Bolivia y Brasil, después de 1978. La manera cómo te integraste con los amigos de la niñez, después universitarios y finalmente profesionales. Te cobijamos por tu don de gentes, y tu voluntad gregaria de ser parte de la tribu que bajo el nombre nada pretencioso de los «7 pelos», adoptaste como familia.
Fuimos orgullosos de tus avances profesionales, cirujano neurólogo a cráneo abierto para investigar sobre enfermedades degenerativas… dirigías un equipo de otros científicos y ya estabas por llegar, cuando sobrevino un atentado asesino estando sirviendo como médico en un centro comunal, a pesar del nivel científico que poseías. La bomba te limitó la vista y parte de tus capacidades físicas, pero no tu voluntad de seguir investigando y sirviendo, hasta dónde fue posible. Has desarrollado una memoria prodigiosa, y en una oportunidad, me repetiste literalmente a García Márquez en una parte de «Cien años de soledad», mientras yo te acompañaba leyendo el libro… y no sigo con la exquisitez con la que relatás filósofos, historia y científicos.
Acabo de hablar con vos. Me has relatado lo que vive tu pueblo, tus hijos convocados a la reserva, el estar preparados para entrar en refugios bajo tierra, que los hay en todas las casas, mientras sienten el dolor sembrado en cuerpos mutilados. Cuando empieza una guerra de verdad y ganan los misiles, ya no hay tiempo para las palabras ni para las reflexiones, en un territorio que tiene más de 3.000 años de conflicto.
Por responsabilidad con vos, estoy metido en las redes, en las noticias, en los documentales, trato de entender y me declaro incapaz… no me sirve el breviario de los culpables y los inocentes cuando quien gana es la muerte. Cuando estaba entre nosotros Peter Lewy, lo buscaba para que me explique. Leo lo que algunas veces escriben Roberto Ruiz y David Rojas Elbirt… y en este momento, después de escucharte, me dejo ganar con la humanidad de esas fotografías que circulan en las redes entre los hombres y mujeres de buena voluntad…
Shalom, Romer, Shalom…