Este post fué escrito el 30 de septiembre del 2007. Creo útil reproducirlo, tal cual fue escrito.
Darwin Pinto, Premio Nacional de Periodismo el año 2002, y Roberto Navia, Premio Nacional de Periodismo 2005, nos regalan una investigación periodística de lectura necesaria.
He leído «De la coca al palacio», del argentino Pablo Stefanoni, y tengo en mi poder otro último del español Francisco Pineda, editado en España, «Evo Morales, el cambio empezó en Bolivia», que aportan ideas para la creación y reforzamiento del mítico Primer Presidente Indígena. Paco Pineda lo hace con una posición comprometida y sugerente, que me dará mucho gusto comentar en otro post.
En un país necesitado de referentes, el hecho que el Presidente Morales tenga en el buscador Google 1.490.000 páginas Web que citan su nombre y sus ocurrencias, demuestran el grado de interés sobre el personaje.
Evo es un producto de la tozudez, el olfato, la consecuencia y la perseverancia política, abonado todo eso por los errores y la miopa de los partidos criollos de la derecha y la izquierda; la dimensión que ha adquirido, está en relación directa al debilitamiento del sistema de representación tradicional, que él, ha aprovechado muy bien, y a un proceso de movilización y empoderamiento social generado por la democracia y la participación popular.
Una primera precisión sobre este aspecto, evidencia que luego de un año de administrar el poder, las expectativas que se generaron fueron desproporcionadas; las acciones de impacto en el ámbito internacional, en la disminución de los salarios oficiales, en la defensa de los recursos naturales, en las negociaciones con las empresas petroleras evidenciaban una inflexión positiva, sin lugar a dudas; pero en el momento de administrar lo cotidiano, la improvisación y la ausencia casi total de idoneidad con el servicio público, no ha caminado por caminos distintos a los caminos conocidos.
Los errores que el MAS le ha reprochado a los gobiernos anteriores, de sectarios, fabricantes de nepotismo, ineficientes, y racistas, se está repitiendo hoy con unas variables altamente riesgosas al incorporar componentes etnocentrista y de confrontaciones regionales, que el Gobierno no puede negar. Y que le perjudica en el logro de los objetivos estratégicos de su propia propuesta de cambio, y en la campaña para el Premio Novel de la Paz, para el que ha sido oficialmente propuesto.
Si el Presidente Morales no logra verlo así, por encima de sus áulicos tirasacos, tenemos al frente la potencial pérdida de una oportunidad de cambio democrático, de posibilidades irrepetibles. Estamos frente a una sucesión de datos domésticos que están adquiriendo la calidad de evidencia cotidiana, y que resultan de difícil comprensión en escenarios internacionales, dicho con ironía, que todavía tienen en la retina la figura culposa del buen salvaje. La intolerancia, por ejemplo.
Pinto y Navia, escriben de una manera ágil y amena. Investigan en materias humanas de difícil tratamiento y siento que logran superar el facilismo de la crítica opositora y de la simple lisonja entusiasta. Ponen al personaje en contexto, en un género que demanda información, equilibrio y madurez. Estamos frente a una crónica de datos verificables, que aporta entretelones repetidos hasta ahora como anécdotas, animándose a ofrecer explicaciones sobre situaciones conocidas. Estamos frente a la fotografía del Ciudadano Presidente, con todos sus claroscuros, virtudes y defectos, y que no impiden al lector, obtener sus propias conclusiones.
Creo que cargan la tinta en las historias rosas de la vida del Presidente, aunque debo asumir que resulta un buen gancho periodstico. Situación que por lo demás, plantea una hipocresía colectiva a la hora de comparar otros chismes similares de otros actores públicos, y que podrían resultar en un pésimo antecedente al violar una privacidad personal que no concluye en escándalo.
Le concedo a dos Capítulos, la calidad de fundamentales. El Capítulo 10, Origen del poderoso movimiento cocalero (página 150) y el Capítulo 11, La coca es droga en el sur y producto estrella en el norte (página 154-161), que ofrecen un aporte clarificador sobre las materias que analizan.
El detalle de los temas que se incorporan en el Capítulo 11, aportan elementos para comprender los hechos: The Coca Cola Company, Prohibición de la coca, La leyenda de la coca, La lengua de los dioses andinos, Sus beneficios, Su corrupción en manos occidentales, De la coca a la cocaína, espacio en el que se comparte la información de cómo en 1855, el cientfico alemán Friedrich Gaedcke, logra aislar la cocaína contenida en la hoja de coca, y en 1860 Albert Nieman, elabora la cocaína purificada.
En el acápite Receta de una adicción, establecen los pasos que se siguen para la fabricación de cocaína, concluyendo con una sentencia que amplía espacios comunes: Todo este relato demuestra que el producto de base (la coca) no tiene nada que ver con el producto acabado (la cocaína) Condenar la hoja de coca por ser la base de la fabricación de la cocaína sera como prohibir la comercialización del hierro bajo el pretexto de que sirve en la construcción de las minas antipersonales. (Pg. 158)
Concluyen con La cocaína en Bolivia, Cómo llega la coca al chapare, y Diferencias entre los cocales de chapare y los yungas.
Sabemos que el Presidente Morales no es muy amigo de las críticas y se incomoda permanentemente si lo que dicen sobre él, no es positivo. Esa relación ya sistemática con los medios de comunicación y los periodistas, unida a una memoria privilegiada que no olvida lo que considera negativo, le está generando una imagen que supera la simple intolerancia ríspida. Sumado a los improntus que se recogen en las reuniones internacionales, y que están cambiando el enamoramiento que se dio en la gira de la chompa, por aquel, pareciera ya lejano, diciembre del 2005.
El Presidente Morales no es el dueño de la izquierda ni del socialismo. Y la derecha siempre le encontrará defectos, mucha más rápido si aquello que se dice, es cierto. Las burdas explicaciones sobre las rupturas con personalidades del MAS y de la izquierda, como Filemón Escobar, Andrés Soliz Rada, José Antonio Quiroga, Eduardo Pinelo, Raúl Prada, y de muchos otros nombres conocidos, dejan una extraña sensación de ausencia de razones ideológicas.
Gracias a Darwin y Roberto. Valió la pena el esfuerzo. Y a Ricardo Serrano que desde la Editorial El País, cumple su tarea de amor con los libros.
Carlos Hugo.
1 comentario
El señor Morales es un tema al que debemos volver de tanto en tanto. Desde lejos, a veces uno deja de estar tan al tanto, y posts como éste devuelven las ganas de consolidar un sentimiento sobre lo que estamos viviendo.
El libro de Darwin Pinto, guste o no guste el sujeto, tiene un comienzo indiscutiblemente digno de recuerdo. Gracias por sacarlo del baúl.
Un abrazo grande a un hombre grande,
la Dani.